lunes, 29 de noviembre de 2010

Retrato

Habría que borrar aquellas olas
que se rompen contra el horizonte,
aquel sol a medio morir, rojo como la sangre
borrar ese cielo azul, inundado de estrellas.

Habría que borrar el viento, amante de tu pelo
y quitarte de ahí, de la orilla de la nostalgia,
borrar esas palmeras emborrachándose de la sombra lunar
y poco a poco olvidarte corazón.

Habría que dejar el recuerdo tuyo a un lado,
sacarlo del alma por los poros del cuerpo.
Olvidar ese vestido mecido por el deseo,
huir a la montaña detrás de ti y olvidarte
poco a poco corazón.

Agosto 14, 2006


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lunes, 15 de noviembre de 2010

El paso de los días...

Deja que te olvide
no me hables, no me pienses, no me sientas
no cierres los ojos de leche materna
ni te recuestes a un lado mío
en la noche eterna.

Déjame olvidarte
como el cuerpo se olvida del alma
en la muerte absorta que en silencio
suspira.

Somos un río que eternamente se sonríe
cuando por el árbol, se resbala.
La sombra se calienta entre tus manos
y yo me olvido ya, sin nada
sin nada.

Sé que es inútil, después de tanto
tu recuerdo crece en mi almohada.
Eres el rocío que acaricia la planta,
al alba te meces en el aire y pasas delante de mis ojos
con tu andar y tu danza.

Yo soy el martirio que no sabe darse por vencido
no sabe darse por vencido
y te recuerdo
y te tengo en un lugar prohibido.

Lento me descompongo a veces
entre las moscas que rondan mi cuerpo
entre el tumulto del tiempo

tu rostro
tu rostro que no me olvida,
se tiende en el cielo ufano
y abres los ojos
y me miras.

Deja que te olvide amor,

con el paso de los días…


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lunes, 1 de noviembre de 2010

Desconocida

Sé que no te conozco
nunca mi mano ha tocado tu embeleso
ni mis brazos te han rodeado el talle
ajeno a ti
mis ojos no se han posado en tus pasos
y mis labios nunca han besado la flor de los tuyos

Te siento sin embargo
y mis manos tocan tu ausencia
bajo la letra de tu nombre crece mi esperanza
bajo la sombra de tu árbol me he puesto a soñar
germinando anhelos
tus ojos negros, gráciles mariposas dejadas al vuelo
no tardan en llegar

Deja que te conozca amor
déjame saber del sueño, tu sueño
tener tus brazos alrededor del cuello
hiedra envenenada de pasión
déjame saber que de antemano
somos más que dos espejismos
mirándose en el mismo instante
en que te escribo.



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lunes, 25 de octubre de 2010

Como

¿Cómo puedo decir esto que hoy me atormenta?,

Si en verdad que ya no me importa.

Mi corazón de hojalata va más allá de este lado oscuro,

en que a solas en el cuarto de hora que apenas comienza

vierto mi dolor, el reproche viene solo

y es la sábana inocente que no conoce del amor

ni sabe de otros cuerpos que antaño poseía,

y no sabe.

La noche ignorante cubre mi cuerpo deshecho

Y es soberbiamente indiferente

de mi desvelo.

¿Cómo quitarme este sueño ausente,

cómo ir más allá del dolor calcinante

de unos besos partidos, de promesas e ilusiones

Que no son más que eso…?

¿Cómo ir más allá de mis pasos ciegos

en mi cuarto a oscuras, de mis pensamientos

que se atropellan el uno al otro en una cruel carrera

donde siempre gana tu memoria?

-la más dolorosa-

¿Cómo ir más allá de la soledad

del café amargo con que se despiertan mis días

de los momentos en que a solas me revuelvo

en mi propia carne y me consumo en los diferentes abrazos

de mujeres que a un lado mío

emulan la tuya?

Tu sangre arremolinada que se vierte

en mis sentidos y en un pasado remoto y tibio

comienza el tormento.

¿Cómo consumirme a mí mismo en la hoguera de este amor,

cómo deshacerme en llanto y quedarme flotando

en el hoy de tus ojos de amaneceres lejanos,

cómo hacerte ajena, si nunca fuiste mía

y fuiste como la primera vez que toque el aire

y respiré tu luz…?

Hay veces, amada mía,

-como hoy-

Que no duermo y en las madrugadas

te recuerdo, te extraño,

y te odio…

y te amo.



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lunes, 11 de octubre de 2010

Pensamiento

Pienso...

En el hastío sordo de esas mis ausencias, más no en mis alegrías idas
En la soledad de mi cuerpo, más no la de mi alma
En la mezquindad del tiempo, más no en la del espejo
En la ceguera de los años, más no en la de mis dias
En el brillo de las estrellas, más no la de mis auroras
En tu respiro acompasado, más no en la saciedad de tu cuerpo después del amor
En la estrechez de tu vientre, más no en la de mis manos
En la ausencia de mí mismo, cuando te tengo a mi lado...

Eugenio

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domingo, 15 de agosto de 2010

Inutilmente

Sé que es inútil
la caricia que se antepone a tu pensamiento,
la melancolía que ofrece la distancia
y ésta distancia que se diluye en nuestras manos.
El tiempo es inmemorial, lo conozco por ti
por tus pasos descalzos en la escalera
y sé que eres tú, cuando llegas
¡y eres tú!

Ya todo ha pasado,
los minutos, las horas, los detalles,
el amor sincero, la amistad,
las sonrisas y sueños de pequeños,
los inciensos olvidados en las mesas
y en los rincones de tu melancolía...

Ya todo ha pasado,
ya todo es inútil, ya no hay abrazo que valga
el vértice de tu sonrisa
o que nos rompa la cintura en mil pedazos
y nos cuelgue en este frágil lazo de la ilusión.

Y a pesar de todo, a pesar de ti y de mí
la cuerda que nos une, llámese como se llame
sigue resistiendo y me recuerda esos,
tus amaneceres lejanos
y a pesar de todo,
siempre regresamos a un mismo punto
y una sonrisa nos basta entonces, una letra,

una luz impenetrable en cada cornisa
en cada renglón que a veces me indica que sigo pensando en ti.

Me recuerdo también que he de resistirte,
he de respirarte hasta que se me ahoguen los pulmones
en tu llanto de melancolía,
en tu cuerpo, en tus ojos
en lo que eres tú en mí.


Ya ves amor,
yo me digo siempre:
que nunca,
nunca dejaré de amarte...


Eugenio


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domingo, 4 de julio de 2010

Cuadro

Todo se reduce a un simple cuadro
mis brazos y tus brazos
mi corazón de solitario, nada más así
de solitario
y tus ojos que germinan como la primera vez
que se hicieran a la luz
y miran entre los castaños de tu pelo
las hojas hojas en que a veces se cae mi corazón.

De todas formas
-las habidas y por haber-


¡Te amo...!


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viernes, 25 de junio de 2010

Ahí estaba

Ahí estaba,
detenido en la inmensa soledad de unos cuantos segundos,
inmerso en la labia matutina que lo devoraba
y sin embargo en silencio
viendo la caída del agua en la calle
sintiendo el paso de los segundos
y cerrando los ojos al destino.

Ahí estaba,
y pensaba en amores,
sensaciones distintas que se amortizaban en sus sienes
revolcándose en los charcos de agua a sus pies,
en la gente apretujándose a ambos lados de su cuerpo
y no dijo nada, lo devoraba su universo
ese universo distinto dentro de sí mismo
roto solamente por vibraciones lejanas,
notas clavadas por el recuerdo en algún lugar de su oído
o de su alma o qué sé yo, del corazón.

Y ahí estaba,
parado a la sombra de la cornisa
con el corazón y los ojos clavados por el agua
y más allá, a la espera de él,
su acento cotidiano
sus quehaceres de todos los días,
el trabajo,
ajenos a su universo, a la porfía de su alma con resignación
de estar ajeno en estos días en que se cae el cielo.

Y no dijo nada a nadie,
sólo dio un paso y luego otro y otro.

El agua ya no caía al suelo,
caía en su frente junto a los autos…


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domingo, 16 de mayo de 2010

La Ciudad de los Sueños

Capítulo XIV

La luz en el horizonte se hacía cada vez más grande, hasta que terminó por cegarme y no pude ver más allá de ella, en ese momento comenzaron las voces, al principio como un murmullo lejano, después se fueron haciendo más fuertes y constantes hasta que terminaron por taladrarme la cabeza. Desperté viendo a mi padre que me tenía entre sus brazos y me miraba fijamente, parecía que había estado luchando o haciendo ejercicio durante un buen rato, pues gruesas gotas de sudor le resbalaban por la frente. El no me dijo nada, pero parecía muy espantado. De ahí en adelante las voces me siguieron, no podía librarme de ellas, me incitaban a hacer cosas que no debía hacer, Decían que tenía las manos manchadas de sangre y que tenía que liberarme, me miraba las manos entonces y en efecto las veía llenas de sangre, tenía que liberarme de esa sangre de algún modo cuando dormía, volvía a mirar la luz, en ciertos momentos se apagaba y solo quedaban infinidad de cuerpos regados a un lado de mí, como si hubieran sido muertos de repente, tan llenas de sangre sus vestiduras como mis manos, como si solo yo hubiera quedado con vida o como si yo los hubiera matado. Las voces se repetían siempre ¡mátalos!, decían comenzaron a decir una y otra vez, hasta que me despertaba y aún despierta seguía escuchándolas, retumbaban en mi cabeza mil veces, como una campana. Diera lo que fuera por que hubieran sido pesadillas solamente.
– Pero, si recobraste el sentido ¿no fueron solo sueños? – La pegunta salió espontanea y llena de curiosidad como yo.
– Siempre fue el mismo sueño –Prosiguió ignorándome, como si estuviera sola y hablara consigo misma–, y la noche siguiente y la noche siguiente y así muchas noches seguidas, poco a poco mi actitud cambió, mis padres pensaron que estaba enferma, llamaron a doctores, me hicieron varios análisis para acabar diciendo que no tenía nada, que lo que me pasaba era que yo quería más atención que la que mis padres me podían dar, pero no era cierto –Volteó a mirarme con sus bellos ojos negros que comenzaban a brillar por las lágrimas que estaban a punto de brotar–. Al poco tiempo el sueño cambió y la luz ya no se miraba, todo estaba oscuro y sentía que giraba en un hoyo que no tenía fin, las voces siempre presentes me gritaban que me liberara pero, ¿cómo podría hacerlo? –Mátalos y te librarás– me decían una y otra vez y despertaba gritando y muy asustada, hasta que llegó el día que las pude entender a plenitud –llévatelos, mátalos, libérate–, me decían y yo quería que me dejarán en paz, mi vida en soledad se volvió un infierno y así pasé mucho tiempo, poco a poco todo se aclaró para mí, las voces querían que matara a mis padres y a todo aquél que estuviera cerca o que yo quisiera, si no ellos lo harían, poco a poco las voces cobraron vida y tuvieron cuerpo en mis sueños, eran dos personas de mediana edad y estatura, una mujer y un hombre, destilaban en sus cuerpos una dulzura y fragilidad tal que no era posible creer que hubiera tanta maldad en ellos, me dijeron que si no hacía lo que ellos decían me iban a llevar a vagar por un universo que no existe y eternamente. Siempre me persiguen y están detrás de mí y tengo mucho miedo, miedo de no poder resistir más y hacer lo que me dicen, ¡no puedo!, ¡no puedo!Terminó diciendo esto y soltando un llanto incontenible. Yo no supe que hacer, ni que palabras decir, solo atiné a abrazarla y quedarme en silencio dejando que la chica se desahogara de todo lo que a su alma apenaba.

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martes, 11 de mayo de 2010

La Cidad de los Sueños

Capítulo XIII

La confianza que hasta ese momento me había acompañado me abandonó, y apresuré el paso para poder salir de ahí lo más pronto posible –el miedo es un sentimiento involuntario que nos ayuda a sobrevivir, siempre tenemos miedo de lo que no podemos controlar–, pensaba para mis adentros –si tan solo pudiera controlar mis pensamientos–, terminé diciendo.
– ¡No dejes que me lleven! –Gritaba la mujer que había salido de repente en una esquina, se notaba algo agitada y daba la impresión de que había estado corriendo durante un buen rato.
– ¿Qué le pasa?, –Le dije tratando de calmarla y tomándola de los brazos.
La chica no pasaba de los veinticinco años, traía una chamarra de mezclilla azul y el cabello castaño le caía como cascada en la espalda, de media falda a la pierna y una playera blanca. Estaba histérica y no me hizo caso, quería seguir corriendo hacía la dirección a la que yo me dirigía, la tuve que sujetar con fuerza para poder calmarla y decirle que atrás de ella no había nadie que seguramente estaba confundida, al hacerlo trastabillamos los dos y caímos al suelo entonces pude ver sus ojos, eran de un negro profundo y estaban arrasados en lágrimas y llenos de terror.
Sentí lástima por la chica al verla así, tan indefensa y tan llena de miedo que quise protegerla contra todo y contra todos así que traté de calmarla. Tenía la fuerza que da la histeria y trataba de zafarse de mis manos a como diera lugar, y volteaba hacía la casa de donde había salido. Hice muchos esfuerzos para mantenerla quieta contra el suelo, así estuvimos por unos minutos que a mí me parecieron una eternidad, ella no cejaba de su lucha y en más de una ocasión estuve a punto de soltarla.
– ¡No dejes que me lleven! – Volvía a repetir frenéticamente–, ¡No dejes que me toquen!
Repetía una y otra vez la pobre muchacha, traté de ver quién la seguía, pero no pude ver algo que la amenazara, comprendí entonces el poder que tiene la desesperación sobre el cuerpo humano y sobre la mente.
– ¡Nadie la sigue!, ¡nadie está aquí!, ¡trate de calmarse por favor! –A esas alturas el cansancio y la sorpresa me estaban venciendo y, estaba a punto de soltarla cuando su inconsciencia vino en mi ayuda.
Estuve un largo rato mirándola, la llevé a un lado de la calle en donde una casa hacía un poco de sombra, saqué la botella de agua que había llenado en la casa de mi anfitrión anterior y me dispuse a refrescar un poco su frente, muy a mi pesar no pude menos que admirar su belleza, allí tendida en el suelo parecía la bella durmiente del cuento que de niño había leído, en algunos momentos tuve el impulso de irme pero, sentía mucha curiosidad por lo que le pasaba, ¿a qué le tenía tanto terror que venía huyendo tan rápidamente?, ese mismo temor de lo inexplicable que vi en sus ojos me había impresionado bastante. Lo curioso de todo esto es que las casas se habían quedado en silencio, el cual era roto por el murmullo que hacía la gente unos metros atrás, de vez en cuando se oían algunos silbatos que sonaban muy bajito, parecían ser usados muy lejos. Pasaron dos horas aproximadamente, cuando la chica comenzó a reanimarse, lo cual le costó un poco, pero al fin se recuperó y al verme se quedó en silencio, su cara no reflejaba miedo, si no curiosidad.
– ¿Quién eres tú? –Preguntó mirando al suelo, los cabellos castaños que le cayeron en la frente como cascada la hacían verse más hermosa.
– Yo no soy de aquí –contesté rápidamente–, solo voy de paso pero, dime ¿qué es lo que te pasó hace rato?.
– Escapaba de ellos –Me dijo bajando la voz como queriendo no ser escuchada.
– ¿De quienes?, ¿Quiénes son ellos? –pregunté con una gran curiosidad reflejada en el rostro.– Todo empezó una noche –Comenzó a hablar, yo escuchaba con atención presintiendo que la chica que estaba a mi lado iba a confesarme algo que la lastimaba por dentro y que ya no podía guardar más–, estaba en mi casa con mis padres, la cena había terminado hacía ya unos momentos, era ya tarde y tenía rato que la noche había comenzado. Veíamos la televisión sentados en nuestros sillones tan cómodos que daba flojera levantarse hasta por un vaso de leche, pues bien mis padres me dieron las buenas noches y me recomendaron que no me quedara tan tarde viendo la película. Me quedé y no me di cuenta el momento en que me quedé dormida, lo que sí sé es que el sueño comenzó un poco después, ¡ese maldito sueño que desde ese entonces me acompaña!, en él yo me encontraba caminando por una vereda que estaba rodeada de árboles, a lo lejos y enfrente de mí se veía una luz enorme que parecía el sol, está luz se hacía pequeña primero y después se engrandecía cegándonos por momentos, pero yo no desistía y seguía en mi camino, inconscientemente sabía que iba en busca de algo importante y eso me daba más fuerza para seguir, parecía hipnotizada por que no podía voltear a ver a los lados por el miedo a que la luz desapareciera. Caminé por largo rato hacía ella, cuando pude mirar a mi lado los árboles daban paso a casas como las que hay aquí, yo seguía sorprendida por que en el sueño parecía que estaba consciente y despierta, viviendo una vida que no era mía.

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viernes, 7 de mayo de 2010

La Ciudad de los Sueños

Capítulo XII

La nota estaba sobre la mesita donde la noche anterior había visto el mantel, la noté porque parecía que fue dejada a propósito para verla, así que la leí con gran avidez.
Amigo mío.
Hasta ayer mi vida navegaba entre las brumas del encierro, no hablo del encierro físico, hablo del encierro del alma, que a mi parecer es el más terrible y solitario que puede haber. En la noche he tenido de nuevo el mismo sueño que me ha estado atormentando toda la vida, pero ahora ha sido diferente, creo que con tu llegada he descubierto lo que me ha querido decir desde hace tiempo, descubrí que el sueño me incita a seguir mi destino donde quiera que este se encuentre.
Hay mucha gente que tiene miedo en buscar su propio destino y tiene miedo a soñar, busca en el deseo el remedio contra la soledad o bien se emplea en algo que al final le frustra y viven un sueño que no es de ellos, entonces los problemas los agobian y terminan deseando escapar de la realidad y todo por miedo a la soledad, vivimos consiguiéndonos problemas para lidiar con ellos, para sentirnos vivos y morir por ellos.
Hay gente que se consuela diciendo que se es lo que se puede ser y no lo que se ha soñado ser, pero ese es un pensamiento para cobardes que no quieren seguir la aventura de vivir su sueño y no lo hacen y sin embargo la vida nos pone muchas oportunidades más de cumplir con nuestro destino, y cuando decidimos seguirlas ya hemos desperdiciado parte de nuestra vida en vivir banalmente. Parto hoy a buscar mi sueño, como despedida solo quiero decirte que cumplas con lo que has soñado siempre y busques tu camino, no en la gente que te rodea si no dentro de ti mismo, en tus sueños, en tu alma y de antemano sé que serás siempre feliz. Me despido deseando que encuentres tu destino muy pronto.
Gracias por enseñarme... a hacer realidad las ilusiones.
La carta me dejó feliz, hay gente –y en eso le daba la razón– hundidos en el trabajo diario, aburridos de estar viviendo por un sueño que han pospuesto día a día, consolándose de que habrá un futuro, y ¿si nos morimos hoy, o mañana?, ¿qué pasará?. El futuro es solo una ilusión, es un sueño que hay que seguir, pero teniendo en la conciencia que podemos terminar hoy mismo, o mañana. Nadie tiene la vida comprada.
Me alegraba mucho que mi anfitrión siguiera su sueño, ahora tenía que preocuparme por el mío, el propio y que a decir verdad era el mismo. ¿Cómo podía saber el significado?, me había dado cuenta que para seguir un sueño no era necesario ser joven, el camino de la vida es muy largo y es cuestión de nosotros el poder disfrutarlo, yo lo comparé con una vereda llena de hoyos en las que, si no se tiene cuidado se puede uno caer y ya no levantarse.
Dejé la casa esa mañana, el sol ya levantaba en la vereda los fríos vapores de la madrugada y el mundo se despertaba poco a poco, como desemperezándose del sopor nocturno que lo tenía preso.
Nunca había visto una mañana como aquella, los vapores del rocío elevándose al cielo poco a poco, y los rayos del sol que jugaban con las partículas de agua a pintarlas de colores haciendo de ellas miles de pequeños arcoíris, sin querer se me vinieron a la mente varios recuerdos de cuando niño nos mojábamos con mi familia en el patio de la casa, los rayos del sol hacían lo mismo en aquel entonces. Recorrí la vereda por la que caminamos la noche anterior y así salí a la calle y vi el parque aquella mañana. Se notaba algo diferente, tan lleno de vida pero aún en soledad, quizá siempre estuvo así y quizá por eso era tan feliz.Tomé por la calle que según me llevaba a la salida de aquél poblado tan lleno de locura como decía en el cartel que leí a la entrada, caminé varias horas y estaba tan distraído que no me percaté de que en las casas en esa parte del poblado comenzaban a verse con un poco más de movimiento, había muchas personas con vestimentas azules, como las que usan los cirujanos, varias personas con vestiduras blancas también, se sentía más tensión en esta área del pueblo, en las ventanas había barrotes, en los patios se podía ver las rejas y arriba de ellas el alambre de púas enredado a modo de que nadie pudiera brincarse y entrar o bien escaparse, afuera la calle estaba desierta. Cuanto miedo se respiraba en el ambiente, cuantas barreras se empeñaba en poner la gente y cuanta soledad estando juntos.

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martes, 4 de mayo de 2010

La Ciudad de los Sueños

Capítulo XI

Subimos por ellas llegando a donde terminaba el pasillo, ahí se encontraba una sala igual a la que había abajo, esta se encontraba llena de varios cuadros en las paredes y algunos recargados al pie de las mismas, parecía que ese espacio era ocupado como bodega.
– Ahí los tienes –Me dijo el hombre señalando el montón de cuadros.
Me quedé asombrado de ver las tantas versiones de un mismo sueño que uno puede hacer, no supe por dónde empezar y comencé por el que tenía más cerca, en él encontré una pequeña procesión de gente caminando por una vereda entre los árboles de un extenso bosque, la totalidad de la gente se iluminaba con linternas en medio de la oscuridad reinante, a lo lejos se podía observar algunas luces que alcance a interpretar como un poblado.
En otro cuadro se podía observar un pequeño pueblo a plena luz del día y el cual tenía un pequeño parque, este estaba lleno de gente como si estuvieran en una reunión, lo extraño es que no se alcanzaba a ver ningún niño solo había mujeres y hombres, todos ellos vestían de gala y observaban una fuente con gran devoción y alegría, la fuente chorreaba agua por varios lados, más arriba en las nubes aparecían figuras de ángeles mirando con desdén a la gente. En otro cuadro pude ver unas manos que contrastaban con un fondo negro, en posición de rezo, esta imagen me transmitía una sensación de paz, había otro en que estaban las mismas manos, ahora con los dedos cruzados entre si, en actitud de preocupación o bien en actitud de espera, quizá una espera que no terminaba.
Y así fui recorriendo con la mirada uno a uno los cuadros hasta llegar al último, miré a mi anfitrión muy sorprendido sin saber que decir ni que hacer, en aquel último cuadro estaba la imagen que había visto en otro lado y que me había impresionado bastante, esa imagen la había visto en mi sueño aquél día en que había comenzado el viaje. Me quedé sin poder articular palabra alguna, ¿sería una coincidencia? o un misterio estaba encerrado en aquella casa.
– ¿Te impresionó verdad? –Preguntó el hombre al ver la mirada en mis ojos.
– Sí, la he visto en otra parte –No supe porque le oculté la verdad en ese instante–. La he visto en otro lugar, no recuerdo en donde exactamente pero la he visto.
– ¡Qué extraña coincidencia! –Dijo al cabo de algunos momentos de silencio–, creí que mis sueños eran solo míos y que guardaban algún secreto dentro de mi vida, pero si tú lo viste en alguna parte, yo debo haberlo visto también en la misma parte y me impresionó.
– Sí, lo he visto... en mi sueño –Contesté sin más que decir.
Los dos guardamos silencio, algo en nuestro interior nos decía que estábamos unidos por un sueño, dentro de mí retumbaba una pregunta incesantemente – ¿Cuánta gente tendría el mismo sueño?
Después de todo, todos soñamos, el sueño es una extensión de la conciencia, de la vida diaria y en esta irrealidad del sueño nos podemos encontrar alguna vez. El soñar nos une con nuestro yo interior y cuando eso sucede podemos hacer cualquier cosa, podemos romper la realidad y entonces hacer cosas increíbles, ser dueños de todo, incluso del mundo o podemos hacer cosas inimaginables y asombrosas como volar muy alto o saltar y hacer muchas cosas más.
Las ilusiones que se crean en el sueño solo son validas si se arraigan en nuestra conciencia, entonces se lucha por ellas con la fuerza total de nuestra naturaleza y el sueño entonces, se atrae a nuestra vida diaria y así podemos llegar a cumplirlos.
– El mundo de los sueños es un misterio –Se oyó decir al hombre que estaba tan sorprendido como yo, después guardó silencio.
Aquella noche, él me ofreció un sitio para poder asearme y dormir, esa misma noche volví a tener el mismo sueño, ahora las imágenes que salían de las manos se amontonaban una tras otra entre la gente que las observaba y que se vestía de ellas, entonces eran doctores, policías, bomberos, presidentes, políticos, campesinos, etc.
Desperté de buen ánimo, sabía que el sueño tenía algo que ver con mi aventura, había entendido que para soñar, debía tener algo de locura dentro de mi ser, comprendí entonces que siempre había querido ser pintor, escribir historias y muchas otras cosas más, pero por una u otra situación nunca las había llevado a cabo. Entendí que tenía que llegar hasta el final del sueño, encontrar esa pequeña parte de mí que siempre había querido ser y que hasta ahora vivía escondida en no sé qué parte, siempre con la pospuesta intención de encontrarme. –Quizá quiera ser un bombero, o un doctor– Pensé en un momento dado. No me despedí del hombre, nunca me han gustado las despedidas, sabía en el fondo que él comprendería, era más inteligente de lo que aparentaba a pesar de su pequeño problema de personalidad, pero aún así sabía que algún día nos volveríamos ver.

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lunes, 3 de mayo de 2010

La Ciudad de los Sueños

Capitulo X

– Es cierto, siempre he admirado a la gente que gusta de cultivar la mente y las artes como la pintura –Respondí, dándome cuenta que me encontraba con alguien muy especial.
– A mí no me gusta mucho la lectura aunque haya leído lo suficiente como para abrir la mente a ese pequeño placer de soñar, lo que si no hago es escribir versos o cosas así, pienso que no hay más poesía que la que puede mostrar una imagen además, me gusta esta soledad, sentir cuando el pincel recorre el lienzo como es como si fueran mis manos recorriendo una piel de mujer, es tan intenso, me gusta ver cómo se van pariendo las imágenes, naciendo una a una o todas a la vez, el estar solo, solo contigo mismo y secando las imágenes en el calor que proviene de tu interior. Todo eso es un placer que no cambiaría por nada.
No entendía al principio, luego comprendí que una personalidad de él mismo hombre hacía una cosa, diferente a lo que hacía la otra, pero entre ambas existía una sensibilidad fuera de lo común.
– Pues pinta muy bien, su obra transmite sensaciones que regularmente no son bellas, pero pienso que por el hecho de transmitirlas lo que usted hace ya es un arte en sí mismo. Me refiero a la tristeza y la soledad que reflejan sus cuadros, me imagino que es casi un estado de éxtasis el que se logra. No sé mucho de pintura, ni de combinaciones de colores ni técnicas, pero me gustó su pequeño cuadro, me imagino que esa también la pintó usted –Dije señalando una pintura colocada en una de las paredes de aquella pequeña salita, la pintura tenía de tema central el mar, el fondo se componía por el azul del cielo, en perfecta combinación con el verde, unidos los dos por un pequeño velero, el mar moría en la playa en donde se situaban unas pequeñas palmeras que parecían moverse con el viento, en primer plano se repetía la figura femenina del cuadro que vi a la entrada, pero esta vez con un semblante alegre y jugando con el mar como si fuera su dueña–, me parece que tiene una extraña fijación por los paisajes nostálgicos y por las mujeres, ¿no le parece? –Comenté levantándome para contemplarlo mejor.
– ¡Ah!, ese cuadro es el paraíso, es un regalo de un amigo mío el día en que cumplí años y el por qué le llamo así, bueno, es porque pienso que entre el mar y la arena, entre el cielo y el viento solo hay un paraíso y ese es la mujer, uno no puede pedir más que eso para vivir. Pero dejémoslo a un lado y háblame un poco de ti y dime ¿qué es lo que haces aquí?
– Es un poco largo de explicar –Contesté.
– ¿Por qué la gente siempre dice eso? –Me interrumpió de pronto–, supongo que para evitar el explicar algo que no quiere; ¡siéntete en total confianza para hablar!, que en esta ciudad todo es posible y creíble.
– Perdón –Repliqué–, tiene razón quizá se deba a una costumbre de repetición, quiero decir que uno se acostumbra a oír ciertas cosas de la gente y las aprende para poder ser parte de un todo, repetimos lo que oímos sin pensar que decimos cosas sin sentido.
Después de haber dicho esto, comencé a explicar el motivo que me había llevado ahí, desde que encontré a aquel hombre en aquella ya lejana tarde de mi infancia, también mencioné que estaba solo de paso en el pueblo en busca de “La Ciudad de los Sueños” que ya se había desaparecido de mi mapa, que para esos momentos estaba ya pensando si en realidad existía o era una ilusión que tenía desde pequeño, le dije que estaba muy desconcertado por que este pueblo en donde estábamos no aparecía en ningún plano que hubiera visto antes e incluso comenté que en realidad estaba ansioso por saber lo que sucedería en el futuro inmediato. El se quedó mirándome un buen rato, como evaluando todo lo que le había dicho, como si tratara de entenderlo.
– Hace ya mucho tiempo –Dijo después de unos segundos de silencio–, cuando estaba yo encerrado y encadenado a mi cama, viendo pasar esos interminables días, meses y quizá años, uno tras otro, cuando había perdido la esperanza de salir de ahí, soñaba en mis desvaríos con la libertad, con las montañas que a lo lejos se miraban y con el aire fresco de los amaneceres en aquel pueblo. Entre tantos sueños que tuve, hubo uno en particular que mantuvo mis ilusiones y que aún se mantienen latentes en mi corazón y en mi mente, es un sueño que no puedo olvidar hasta el momento en que te lo estoy platicando, lo he pintado varias veces pero siempre cambia y cuando creo que he logrado reflejar lo que hay en él, en el lienzo las imágenes cambian dejando en mi subconsciente el mismo significado. A veces he pensado que los sueños nunca se alcanzan. Éste en particular se ha vuelto una obsesión intrínseca del alma mía.
– ¿Me lo puedes contar? –Le pregunté con gran curiosidad.– Mejor te lo muestro –Me contestó levantándose y encaminándose al pasillo que llevaba a las escaleras del segundo piso.

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viernes, 30 de abril de 2010

La Ciudad de los Sueños

Capítulo IX

Caminamos hacia un lado del parque, él iba delante de mí mostrándome el camino, a esas horas se comenzaban a encender las luces de las farolas como si una mano invisible y misteriosa hiciera que todo funcionara a la perfección en ese poblado y a pesar del estado de sus habitantes, que no era el más óptimo psicológicamente hablando.
Salimos del parque y nos encaminamos por un sendero aledaño a la única calle que había en la ciudad, seguimos en dirección contraria a la que me había llevado hasta ahí, nos adentramos en un jardín extenso que parecía un bosque, el césped estaba perfectamente cuidado, había también algunos árboles colocados estratégicamente para brindar sombra y dejar entrar los espacios de luz e iluminar la gran extensión de terreno que había en esa parte del pueblo y que a esa hora estaba quedándose en penumbras. La vereda terminaba en un lomita en donde el hombre se detuvo, al fondo se podía admirar la casa.
Era de dos aguas, por techo lucía unas tejas de barro las cuales combinaban perfectamente con el color de la fachada, las ventanas de madera y vidrio la hacían ver más elegante y digámoslo así, un poco más sofisticada.
El interior de la casa estaba a la par del exterior, entramos a un pequeño pasillo en el cual había dos cuadros adornando las paredes uno en cada pared, uno de estos cuadros contenía un rostro femenino en primer plano, su piel blanca contrastaba con el fondo oscuro de un atardecer en el horizonte, se podía ver en el fondo un volcán con la punta cubierta de nieve y que tenía una fumarola como despidiendo al sol que se ocultaba en el firmamento, había un pequeño poblado en la base del volcán, que se perdía entre algunos árboles de pino y con las luces de las farolas ya encendidas, quizá fue una ilusión pero las luces del cuadro parecían destellar a lo lejos como estrellas en el firmamento. La mujer que tenía el pelo al viento parecía observar un punto fijo en el sol ocultándose, creí que serían la nubes que hacían que este se vislumbrara solo como una línea amarilla, o bien las líneas de luz moribundas que cubrían gran parte del poblado y que daban un gran sentido de nostalgia al cuadro.
En la pared opuesta, había un ventanal cubierto por cortinas impecablemente limpias, y el pasillo terminaba a unos cuantos pasos, donde iniciaba la sala que no era muy grande pero si era muy confortable.
En la mesa de centro había un pequeño florero pintado a mano el cual sostenía algunos gladiolos, también entre ellos había algunos girasoles que parecían mirarme con gran curiosidad. Me senté en un sillón después de la invitación de mi anfitrión.
– Necesito un café –Dijo, levantándose y encaminándose a la puerta junto al pasillo que conducía a la planta alta–, ¿Qué te gustaría tomar?
– También un poco de café por favor.
Cuando el hombre desapareció detrás de la puerta quedó todo en silencio por algunos momentos –Este hombre debe ser un erudito pensé cuando levanté la vista y vi una gran cantidad de libros–, quise tomar alguno de los que había ahí, alcancé a ver títulos de autores notables como Friedrich Nietzsche, Hermann Hesse, Oscar Wilde, algunos tratados de psicología y algunos autores más que no alcancé a reconocer y porque el tiempo era muy corto ya que el hombre apareció en la puerta.
– He notado que te gusta leer mucho –le comenté apenas lo vi de regreso con las dos tazas de café en las manos.
– Es una de las pocas aficiones que tengo, me gusta mucho imaginar las historias contadas en esos libros –Contestó dándome una taza de café y quedándose con la suya–. A veces sueño con ellas, es como si regresara a mis etapas de niño.
– También he visto la pintura que hay en la entrada, es muy bella, pero se nota un ambiente de nostalgia y tristeza en esa mujer –Comenté dándole un buen sorbo al café.
– La pintura –repitió en voz baja y apenas audible–, Es mi otra afición, siempre he querido retratar los sueños mis sueños, los que he tenido a lo largo de la vida y que aún tengo, a veces lo logro y otras no, pero siempre trato de tener las ilusiones cerca –Dijo comenzando a beber su café.

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martes, 27 de abril de 2010

La Ciudad de los Sueños

Capítulo VIII

– Te vi desde que llegaste –Dijo el hombre que estaba parado a un lado mío, haciéndome brincar por la sorpresa, no me di cuenta del momento en que llegó–, ¿No eres de por aquí verdad?
– No –Le dije al voltear la mirada quedando frente a frente con él.
El hombre ya pasaba de los cincuenta años, el pelo le llegaba a media cabeza y la barba tupida lucía del mismo color del cabello completamente blanco, sus ojos tenían un raro aspecto porque uno era oscuro y el otro lo tenía de un color bastante claro, como si lo tuviera muerto, era la primera vez que veía a una persona con esos ojos, de mediana estatura, casi igual que la mía y su mirada era huidiza por momentos y al momento siguiente cobraba así mismo una firmeza algo extraña, vestía con unos pantalones de vestir y camisa de manga larga, sus zapatos estaban ya gastados de tanto uso.
– Voy de paso, pero me gustaría saber algunas cosas –Dije con una firmeza que me sorprendió quizá por la alegría de ver a alguien más en ese poblado–, por ejemplo el nombre del pueblo, ya que el guardia apostado en la entrada no me lo quiso decir.
– Te dije que no era de aquí –Murmuró el hombre, como si hablara para sí mismo.
– Perdón, ¿dijo usted algo? –Pregunté un poco desconcertado.
– ¡Yo no, pero él sí! –Me dijo volteando la mirada hacía un lado como si mirara a otra persona que estuviera parada junto a él.
– ¿Yo? –Volvió a decir el hombre–, ¡si tú eres el que nunca me deja hablar!
Quizá fue mi imaginación, pero la voz del hombre cada vez que empezaba su soliloquio cambiaba un poco de tonalidad. No supe que hacer, me quedé muy confuso, pero tiempo después comprendí que el problema del hombre era una doble personalidad con la cual interactuaba a cada instante, lo había leído en un libro y de momento no supe cómo actuar, solo hice lo que mi conciencia me dictaba que era comportarme con naturalidad. –Este pueblo parece más un manicomio que un pueblo –pensé para mis adentros.
– Espero me disculpes –Dijo el hombre con un tono que me desconcertó–, lo que pasa es que es muy difícil ver a personas distintas por aquí. ¿Sabes?, a veces se oye hablar al viento, el viento tiene muchas voces y estas voces a veces me dan consejos, me avisan de las cosas nuevas que pasan en estos lugares y precisamente ellas me dijeron que estabas aquí, por eso he venido a ofrecerte un poco de ayuda.
Me quedé desconcertado, no entendía nada de lo que estaba pasando pero ¿quién me lo podría explicar?, y si trataba de explicarme el ¿por qué?, nunca lo entendería y quizá terminaría como los habitantes de este lugar, así que decidí no pensar mucho en el asunto y seguirle el juego a esta persona. Recordé las palabras del guardia “algunos sufren de alucinaciones”, –Solo espero que no me quieran matar y todo estará bien –pensé.
–Hay varios caminos para llegar a la salida –Dijo el hombre–, si eso es lo que quieres saber, la encontrarás no te preocupes solamente sigue el camino que te dicte la conciencia y solito llegarás a la puerta, pero ten mucho cuidado con el guardia porque no te deja salir así como así.
– Dime una cosa, –Dije mirando al hombre a los ojos–, ¿cuánto tiempo has estado aquí?
– Desde hace ya muchos años que no lo recuerdo bien, desde que era jovencito –Volvió a entrar en un soliloquio–, pero no por mi culpa sino por la tuya, la verdad es que hemos pasado por muchas circunstancias antes de llegar hasta este momento, desde que nuestros padres nos encerraban y desde que nos abandonaron hasta ahora. ¡No es cierto!, es tu culpa que estemos aquí –Volvió a contestar el hombre en un tono de voz más alto y ya un poco enojado–, siempre me has culpado de lo que tú haces, si por ti es que estamos aquí.
– Bueno, no se peleen –Dije tratando de calmar la discusión en solitario que tenía el hombre y que ya estaba tomando tintes dramáticos y sobreponiéndome al impacto que me producía en el razonamiento lo que estaba viendo.
– Desde que comencé a soñar –Dijo el hombre adoptando una postura más tranquila–, luego comenzó la voz, primero fue como un ligero murmullo y después comenzó a aparecer él, se fue adueñando de mi cuerpo poco a poco como una enfermedad, como una gripa por ejemplo. Fuiste tú el que se adueño de mi cuerpo e hiciste cosas que no deberías.
Lo cierto es que mis padres al verme así de enfermo se asustaron y me encerraron en un cuarto, me encadenaron a la cama y me mantenían de sobras, como si fuera un perro. Al poco tiempo, un vecino descubrió lo que me estaban haciendo y llamó a otras personas, que se hicieron cargo de mi por mucho tiempo, hasta que comenzaron los sueños como una forma de escaparme de la realidad, soñando me he perdido por mucho tiempo en mundos distintos, en vidas diferentes y en sueños que no son míos, y al final ya he perdido la noción de la realidad. Por medio del sueño he comprendido el desahogo que tiene el alma.
– Es cierto –Dije con la voz quebrada por la emoción, la historia que me había contado el hombre era más común entre la gente, de lo que uno pudiera imaginarse.
– Te invito a quedarte esta noche en mi casa –Acotó el hombre de repente–, se está haciendo tarde y para cruzar el pueblo te tomará otro medio día, puedes descansar un poco, asearte y mañana sigues tu camino ¿Qué te parece?
– Me parece una excelente idea –Dije, aceptando y contento de poder seguir charlando con este enigmático personaje. Seguía teniendo mucha curiosidad por acabar de conocerlo, y la misma curiosidad me llevaba a querer conocer su espacio y lo que hacía. En realidad, sentía un poco de temor al principio, puesto que no se ve esta clase de personas a diario pero el temor se disipó al hablar con él. Pensándolo bien, yo también tengo una voz interior que me dice lo que está bien o lo que está mal a su juicio, esta voz me reprocha cuando hago algo que llega a considerar malo y me exige más cuando hago algo bien, a veces me gusta que esté conmigo y otras no tanto, porque amplifica mis temores, mis inseguridades y mis emociones, son pocas las ocasiones en que me da ánimo y a cada rato me dice lo que tengo que hacer para cuestionarlo después. Esa voz es mi conciencia y claro, no a todos se nos exterioriza como a este hombre, pero todos sabemos que ahí está.

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sábado, 17 de abril de 2010

La Ciudad de los Sueños

Capítulo VII

Llegué al parque sin ver a otra persona, las casas por el camino estaban desiertas aunque en apariencia se notaban ciertos aires de vida dentro de ellas como si estuvieran habitadas, la tarde estaba cayendo y me sentía un poco cansado. Ahí, en el centro del parque había una fuente singular, en la base había figuras de mucha gente que estaban unidas sosteniendo un gran recipiente en forma de una damasana abierta a lo largo y por la mitad, de este recipiente salía un chorro de agua cristalina, acompañado también por hermosas figuras de ángeles que tenían un cierto aire femenino aunque, de esto no estoy seguro porque a los escultores y pintores les ha dado por imaginar a los ángeles tan hermosos que uno no sabe si son mujeres u hombres, había en sus ojos un detalle que me hizo pensar que estos ángeles no eran tan divinos, por que se notaba en sus miradas un dejo de indiferencia y lástima hacía las personas que miraban más abajo. Los ángeles a su vez, sostenían a un gran pez que estaba de costado, parecía retorcerse en una lenta agonía y, de la boca del pez brotaba otro chorro de agua el cual llenaba la damasana que estaba más abajo y que contenía a los ángeles, encima de este pez se encontraba un hombre con grandes músculos, cargando a un delfín que expelía otro chorro de agua por el orificio que estaba destinado a respirar, este chorro de agua se dispersaba por todas direcciones debido a la fuerza de gravedad.
Me intrigó mucho saber el significado de la figura, y me quedé pensando por largo tiempo, no encontré a alguien para preguntarle. La fuente estaba flanqueada por varias jardineras llenas de plantas y árboles, bajo los cuales se encontraban algunas bancas a modo de que los visitantes se sentaran a descansar y pasar el tiempo lo mejor posible. Yo siempre he tenido la manía de sentarme en el borde de las fuentes si el agua que brota de ellas me lo permite y viendo que esta fuente me lo permitía decidí hacerlo y refrescarme un poco las manos.
Miré de nuevo el mapa y aunque esto me pareció inútil porque sabía que estaba igual que antes, me pareció que era bueno tener la mente ocupada mientras descansaba. El sol estaba ya por ocultarse y la verdad es que no quería estar una noche entera en ese lugar.
Hay muchos tipos de miedo y entre todos estos, el más aterrador es el de la soledad. Las dudas que me habían abandonado cuando inicié el camino me asaltaron de repente, ¿por qué hacía todo esto?, ¿era una exaltación a mi espíritu aventurero? o, ¿simplemente porque no razoné cuando di inicio a esta aventura? Viéndolo de esta manera, la mayoría de las ocasiones en que me puse a razonar antes de hacer cualquier cosa terminé no haciéndola, creo que nos pasa a todos y al final nos arrepentimos pensando en lo que hubiera pasado si hubiéramos hecho esto o aquello, pero como aprendí conformé fui creciendo que las suposiciones son malas y que son una señal de que no estamos haciendo bien las cosas y que preferiríamos estar viviendo en otra vida, en otro tiempo y en otro lugar sin enfrentar las situaciones que nos dañan.
Yo había decidido seguir una ilusión cuando niño, había soñado con esta aventura y ahora debía seguir por el mismo camino sin importar lo que pasara o lo que tuviera o perdiera de las manos, el tiempo es el que se encarga de ponernos algo en ellas y es él mismo el que nos las quita. Él también se encargaría de ponerme en el lugar que me correspondía y me enseñaría en su infinita sabiduría a sacar el máximo provecho del momento en que me tocara vivir. Así que respiré hondamente y me dispuse a llegar hasta donde se me permitiera, sin detener el paso por muy lento que este fuera.
Absorto en mis pensamientos tomé un poco de agua con las manos y comencé a jugar con ella, estaba fresca y al instante me sentí reconfortado.


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jueves, 8 de abril de 2010

La Ciudad de los Sueños

Capítulo VI

–Está bien, tendré mucho cuidado –Dije dando por terminada la plática.
Comencé a caminar nuevamente internándome en el poblado, miraba las casas en silencio, parecían abandonadas pero en algunas se alcanzaba a escuchar notas de música interrumpidas por la estridente voz de alguna persona que se divertía cantando, esto me hacía pensar que estaba equivocado en mis pensamientos.
La vida recobraba su rutina diaria, y yo caminaba pensando en eso cuando en una de las casas vi a dos personas limpiando los vidrios de una ventana una y otra vez, pensé que alguna de ellas podría indicarme el camino hacia la salida, y me acerqué a preguntarle a una de ellas.
–Disculpen –Grité para que me pudieran oír las dos personas en el segundo nivel de la casa, era una pareja–. ¿Me podría usted decir si siguiendo este camino saldré del pueblo?
Las personas no me oyeron por que siguieron haciendo su tarea o al menos esa impresión me dieron, a lo que tuve que gritar de nuevo y nuevamente me ignoraron, creo que no me oían y así tuve que gritar de nuevo, hasta que la mujer me miró con cierta curiosidad pero al parecer no entendía lo que hablaba y acto seguido le hizo una señal al hombre indicándole el lugar en donde me encontraba, cuando el hombre me vio tiró el trapo que tenía en la mano y desapareció de la ventana, la mujer no se inmutó y continuó con la limpieza.
Unos instantes después el hombre apareció en la puerta quedándose en el quicio, se notaba un poco temeroso; estaba vestido con una playera sin cuello de color gris y unos pantalones de mezclilla, coronaba su atuendo con unos tenis y una gorra de un equipo deportivo que no conocía. Era blanco y tenía la cara muy roja, yo creí que era por el sol pero no se me ocurrió pensar que había estado en la sombra, sobre su rostro tenía un cubre bocas y sus manos las tenía cubiertas por unos guantes de plástico, no se me acercó cuando yo hice lo mismo para saludarlo.
– ¿Qué se le ofrece? –Me preguntó con una voz temblorosa.
–Solo un poco de información –Contesté de inmediato, bajando mi mano después del intento fallido de saludo, como suelo hacerlo con la gente desconocida. El hombre que se había quitado el guante había rechazado mi mano moviendo rápidamente las suyas hacía arriba en un acto casi instintivo.
–Le doy lo que quiera, solo le pido que no me toque por favor –Me dijo.
Me quedé estupefacto ante lo que me había dicho y en algún lugar había escuchado acerca de las fobias, pero no pude sospechar hasta que punto podían ser nocivas en el ser humano.
– Está bien, no se preocupe –Le dije con mucho cuidado–. Solo quiero saber si estoy en el camino correcto para salir de aquí, porque creo que me he perdido.
El hombre se me quedó mirando como si no me pudiera entenderme, por lo que hice el ademán de repetir la pregunta.
– Solo existe esta calle y debería llevarlo a la salida, como se debe dar cuenta no salimos mucho y por ahora preferiría quedarme aquí, no lo invito a pasar por que estamos haciendo limpieza –Me dijo con mucho nerviosismo y un poco atemorizado de mi presencia creo yo.
– No se preocupe –Le dije y me encaminé de nueva cuenta hacía la calle–, ya me voy y lamento haberle molestado, creo que esta calle me llevará a la salida. Muchas gracias por el informe.
– Debe tener mucho cuidado hay epidemias en estos lugares y muchas bacterias en el ambiente –Dijo el hombre mirándome muy raro y dándose vuelta hacía el interior con gran prisa.
–Bueno –Pensé, cada quién con sus manías–. Sólo deseé salir de ese lugar lo más pronto posible y aunque no lo sabía, aún me faltaban algunas cosas por vivir.



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martes, 6 de abril de 2010

La Ciudad de los Sueños

Capítulo V

Desde la entrada se podía dominar la calle principal, Las casas, dividas en dos partes, pintadas de dos colores de forma que contrastaban el uno con el otro, estaban alineadas conforme a la calle, solo separadas apenas por uno que otro pasillo entre ellas y que daba a la entrada de las casas, las cortinas adornaban la mayor parte de las ventanas de tal forma que les daba un toque de alegría perdida en el centro mismo de la casa. En la calle no había ninguna persona a quién preguntarle algo y que me pudiera dar información alguna sobre el camino a seguir solo había una caseta de vigilancia pintada del mismo color y vacía, a un lado de ella se encontraba una toma de agua. Había un letrero que estaba arriba de la llave y que advertía que no se podía beber el agua y que si se bebía el riesgo corría por cuenta propia –¿qué riesgo podía tener el beber un poco de agua? quizá contenía una especie de microbio o virus que causara alucinaciones o la muerte– pensé, pero la sed era muy intensa ya, así que decidí ignorar el letrero y beber un poco, abrí la llave y vi que el agua salía muy clara e inmediatamente hice un cuenco con las manos y mojé mi rostro, la frescura del líquido me invitaba a beberlo, apenas unas gotas probaron mis labios cuando una voz me hizo brincar de repente.
–No bebas de esa agua a menos que quieras quedarte aquí para siempre –Una voz desconocida y que provenía de un lado mío en un tono de autoridad que no admitía réplica me sorprendió y en el acto saqué las manos del agua, –¿No has visto el letrero que está ahí arriba?
–Si lo vi, pero me estoy muriendo de sed y no creí que esta agua que tan limpia me fuera a hacer daño –Contesté un poco contrariado–, créame que ya no aguanto la sed.
El hombre me miró de una forma muy extraña y no dijo nada, se metió en la caseta de vigilancia y de su maleta sacó una pequeña botella de la cual me dio a beber un poco lo que agradecí con una sonrisa, cuando hube satisfecho mi sed lo miré con un poco más de atención, no era muy alto, el abdomen ya un poco prominente por la falta de ejercicio, mediana edad, el pelo cano y ensortijado, con las huellas del tiempo en el rostro. El guardia vestido impecablemente de azul tenía algo muy extraño en su mirar que me desconcertó, creí sentir una extraña ternura en él que inspiraba confianza.
– ¿Cómo se llama esta ciudad? –Pregunté con una gran curiosidad reflejada en el rostro–. Tengo que cruzarla y me gustaría saber el camino más corto para salir de ella, ¿usted podría decírmelo?
–Esta ciudad no tiene nombre –Respondió el hombre de color– o al menos yo no lo sé, lo debes haber visto cuando entraste, me imagino. En cuanto a la salida, es un poco complicado, tendrás que seguir este camino que es el único que hay hasta llegar a la mitad del pueblo, esa es toda la información que te puedo dar, porque ni yo mismo la he recorrido en su totalidad, en el centro hay una fuente y un parque –Dijo señalándome la calle que había visto antes–. Además, veo que llevas un mapa ¿no?, ¿por qué no ves si él te dice lo que necesitas saber?
–Eso quisiera pero se ha borrado y lo más curioso es que no sé el motivo, cuando salí de casa estaba completo, ahora ya no, así que decidí seguir a ciegas el camino para llegar hasta aquí.
– ¡El camino! –Dijo el hombre un poco extrañado– y, ¿hasta aquí? Yo no sé de algún camino desde que estoy aquí, ¡debes estar soñando!
Me sorprendí por la respuesta porque la puerta seguía abierta y desde ahí se podía observar el camino que me había traído hasta las puertas de esta ciudad donde el guardia que las cuidaba no conocía ni el nombre del lugar que habitaba.
–Tendré que seguir entonces –Dije con un ademán de resignación–, a ver si encuentro alguna persona que me pueda decir por donde salgo de esta ciudad.
–Está muy bien, pero ten cuidado porque la gente de aquí es muy especial –Acotó el hombre con un gesto de preocupación– algunos de ellos no están bien, ¡tú sabes!, dicen cosas muy raras y algunos sufren de alucinaciones –Concluyó.


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sábado, 3 de abril de 2010

Mudanza

Puedes irte,
llevarte todo de ti
los recuerdos,
las caricias, los besos,
el tiempo sin sabor,
las labores diarias de la agonía en tus brazos,
todo,
puedes irte y llevarte todo.
En el camión de la mudanza
en el camino que recorre
cuida que no caiga nada
no quiero reclamos de sinceridad
o la falta de un recuerdo o un detalle de los míos.
Sólo quiero estar en paz,
sin mis recuerdos,
sin mis caricias,
sin mis besos -que fueron tuyos-,
con ésta resaca después del amor
y ésta pequeñez desnuda
que nos muestra la indiferencia
de un tiempo compartido…

Eugenio



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jueves, 1 de abril de 2010

La Ciudad de los Sueños

Capítulo IV

Comencé a andar por el camino indicado en el mapa, volví a mirarlo y me quedé sorprendido al descubrir que se había borrado a la mitad, al dar una vuelta en el camino éste se borraba ¿qué podía hacer entonces?, estuve a punto de regresarme y después de meditarlo por unos momentos decidí seguirlo hasta esa parte, estaba seguro que algo pasaría aún sin saber lo que sería. Seguí la ruta con mucho cuidado y hasta que llegué al punto donde el mapa se borraba. Ahí, frente a mi estaba una bifurcación, lo cual me desconcertó porque ya había estado ahí antes y lo que recordaba es que no existía tal división, yo apenas reconocía uno de los caminos así que, lógicamente decidí ir por el que nunca antes había andado.
El camino se tornaba un poco oscuro por la sombra de los árboles a ambos lados del sendero, era un pasillo con paredes de piedra superpuestas. Las hojas crujían bajo mis pies, parecía que nadie había andado por ese lugar desde hacía mucho tiempo. Seguí por el camino un largo rato, este parecía como un laberinto que entre más recorría más me perdía, había una escalera y al bajar pude ver a cierta distancia un valle y un poblado, también se alcanzaba a ver el empedrado de la calle principal y la mayoría de las ventanas abiertas, con las cortinas moviéndose por el viento, no alcancé a ver a algún habitante mientras me acercaba, pero el poblado estaba rodeado por una pared de piedra que contrastaba en su totalidad con el color de las casas y le daba una sensación de prisión al pueblo.
En la entrada del pueblo un zaguán prohibía el paso, en su parte superior tenía forma de reja, cubierta por algunas láminas de metal que no permitían la vista hacia el interior, tenía por lo menos unos dos metros de alto y unos cinco metros de ancho y se podía abrir de par en par para dejar pasar a un vehículo –o bien a una gran multitud–. Se oía el canto de los pájaros y aparte de esos cantos no se escuchaba ruido alguno junto a la reja, ninguna voz o sonido proveniente del interior. Había varias figuras de metal en la puerta, figuras formadas entre los barrotes, algunas se podían confundir con las que son formadas por las nubes cuando son empujadas por el viento y de esa misma forma se cambiaban constantemente, algunas veces me pareció encontrar algún oso reflejado en una de ellas y al instante siguiente, la figura del oso ya había cambiado por la de otro animal y así sucesivamente, terminé mareándome por tanto movimiento.Había un letrero también, con unos símbolos que al igual que las figuras cambiaban a cada instante, me pareció leer una frase y que cabe decirlo acabó desconcertándome, “La locura es la libertad verdadera, la libertad lo es todo”. ¿Qué misterio encerraba esa frase?, la repetí en voz alta y la puerta se abrió al instante dejándome estupefacto por unos momentos, cuando salí del trance pasé con gran recelo por la puerta abierta, una desconfianza que nunca había sentido me vino de golpe, entonces recordé que alguien me había dicho alguna vez: “los seres humanos siempre tenemos temor de lo desconocido y este temor es inherente a nuestro instinto de conservación, este instinto nos sirvió de mucho en el pasado y aún permanece en estado salvaje, si se domina este temor, siempre se estará un paso adelante de los demás” –y se puede considerar como un triunfador–. Terminé con mis propios pensamientos cuando pasé por el zaguán abierto ya de par en par.


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sábado, 27 de marzo de 2010

La Ciudad de los Sueños

Capítulo III

Encendí una pequeña fogata sobre la cual puse a calentar un poco de agua para café en un recipiente que había llevado, en aquel pequeño páramo el frío era un poco más fuerte que en otros lugares, en esos momentos estaba el cielo despejado con las estrellas a simple vista y yo estaba contento porque la lluvia me estaba dejando disfrutar del café antes de dormir.
Al poco rato ya estaba yo dormitando cuando de pronto escuché unos pasos detrás de mí, me sorprendí por la extraña calma que sentí en aquellos momentos, porque al volver la vista y fijar mi mirada en la oscuridad no pude ver a persona alguna, me invadió una gran curiosidad por saber quien estaba conmigo – ¿quién está ahí?–, pregunté pero nadie respondió solo el silencio.
“A lo que hay que temer es a la gente viva, no a los muertos, que ellos ya pertenecen a un mundo diferente”, solía decir mi padre y pensando en esto extendí sobre el suelo la manta que llevaba conmigo me acosté y me dispuse a dormir, debí estar muy cansado porque me quedé dormido inmediatamente.
Esa noche tuve un sueño muy extraño, estaba yo en la ventana de una casa desconocida, era noche y me sentía cansado pero no podía dormir, en mi insomnio me había parado a recibir un poco el aire fresco que entraba por la ventana abierta, en la calle todo era silencio, roto por el canto de los grillos y en la oscuridad solo se veía un pequeño rayo de luz proveniente de la luna y que se filtraba por las rendijas que dejaban las nubes.
Estaba a punto de retirarme cuando vi a una extraña procesión que se acercaba, algunos llevaban lámparas, otros llevaban velas alumbrando la totalidad de la calle, está procesión marchaba en silencio y llegaba hasta un parque en el centro de un poblado, a mitad del parque estaba una figura formada por dos manos unidas por las muñecas, con las palmas extendidas hacía arriba, emitiendo una luz extraña.
Salían de las manos diferentes imágenes todas ellas figuras ordinarias, por ejemplo la figura de un bombero, un tendero, un policía, una ama de casa, niños sonriendo y durmiendo algunos y varias imágenes más. La procesión se detenía enfrente de ese monumento y los asistentes quedaban maravillados viendo las imágenes salir inagotablemente de la figura, como si fuera un cine. Desperté sobresaltado, el mismo ruido de horas antes volvía con mayor intensidad y en esta ocasión no estaba soñando o imaginando cosas.
–Te esperaba desde hace mucho tiempo –Dijo el hombre en voz alta, que parecía haber estado hablando desde hacía rato ya–. Desde hace doce años precisamente.
Abrí los ojos rápidamente con al susto aún reflejado en mi rostro. A unos pasos de mí estaba él, el hombre que doce años antes me había entregado el mapa igual a como yo lo recordaba, se apoyaba un poco en un bastón que le servía de báculo, aunque no lo alcanzaba a ver bien debido a la poca claridad de esos momentos, me di cuenta de todo esto poco después cuando la luz del día comenzó a reinar en aquel pequeño valle.
– ¿Quién eres? –pregunté un poco somnoliento y aclarándome la vista.
–El mismo hombre que te entregó un mapa hace algunos años y que te viene a esperar cada noche desde aquella vez, ¡te tardaste demasiado! pero al final decidiste seguir tu sueño, ¿no es así?
–Bueno, no quiero decir que mi sueño sea seguir el camino que indica el mapa – Contesté–, creo que sólo es un poco de curiosidad por conocer el mundo y a la vez una ilusión infantil.
– Llámalo como quieras –Contestó el hombre con una leve sonrisa–, pero si estás aquí es porque aún sueñas y eso es bueno.
– De eso si puede estar seguro porque siempre he tenido sueños aunque, a últimas fechas hay algo que no logro descifrar, quizá sea una inquietud por descubrirme a mí mismo –Dije despertándome por completo–. Y a todo esto, ¿quién es usted?, ¿de dónde salió?
–Te explicaré –Dijo el hombre–, he venido de la ciudad de los sueños a decirte que para llegar allá no necesitas ir por un camino ordinario, por el contrario tienes que hacer acopio de toda tu imaginación y esfuerzo, como ya te has dado cuenta esta ciudad no es común, como todos los sueños es magia, magia pura e imaginativa. Antes de llegar vas a pasar por un lugar donde, si no tienes cuidado puedes perderte para siempre en un camino sin retorno y que para salir de ahí solo tienes que seguir los pasos que te indique tu corazón. Para mí es un placer volver a verte, ahora me voy y espero que puedas encontrar la ciudad sin ningún problema.
–Pero, me gustaría saber su nombre... –No pude terminar la frase por que ante mis ojos y atrás del viejo se comenzó a encender una luz que abarcaba todo su contorno, al principio como un destello y luego poco a poco lo fue consumiendo.–Eso no tiene ninguna importancia, pero si en verdad estas muy interesado puedes llamarme “Tiempo” –Concluyó–, despareciendo entre las luces que el sol comenzaba a dejar en el valle y a la vez dejándome estupefacto y más confuso que antes.


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domingo, 21 de marzo de 2010

La Ciudad de los Sueños

Capítulo II

Me tomó algunos días preparar todo para la partida, viendo la distancia que marcaba el mapa calculé el tiempo que me tomaría llegar, supuse que tres días a lo mucho, lo más extraño de todo esto es que sabía qué dirección tomar, pero no recordaba haber visto esa ciudad en otros mapas, es más creí haber visto en esos lugares solo lotes baldíos y algunos árboles y veredas solitarias, así que también me llenaba de misterio y curiosidad el viaje y muchas veces me parecía una soberana tontería y una tonta broma como decía mi madre en aquellas épocas infantiles; lo cierto es que había llegado a esos lugares sin la ayuda del mapa y en carro, de esa forma no sabía el lugar exacto en que se encontraba la ciudad y también reflexionaba a veces acerca de si se trataba de una ciudad, pues tenía que estar demasiado grande para pasar desapercibida.
Pues bien, empaqué algunas cosas como para una ausencia breve poca ropa y poca comida para el viaje, ya con esto decidí encaminarme al punto de partida que el mapa indicaba, este punto estaba entre dos cerros en donde jugaba de niño con mis compañeros de escuela, aún recuerdo esas tardes inolvidables cuando en un montón de arena que formaba un pequeño precipicio saltábamos al aire ilusionados en poder volar lo más lejos que podíamos, aunque debo confesar que nunca he sido muy fuerte y mis saltos no llegaban muy alto, pero la suavidad de la caída y las vueltas que dábamos hasta llegar al suelo eran la mejor recompensa para el efímero vuelo, recordé todo esto porque al pasar por ese camino vi el mismo montículo ya olvidado, la misma mina que hoy en día sigue proporcionando arena y me pareció verme a mí mismo de pequeño, saltando entre esa arena roja, entre el polvo que se formaba a cada salto, entre la algarabía de nuestras risas y nuestros gritos infantiles.
Aún me faltaba recorrer un poco más de camino para alcanzar el punto de partida y para llegar ahí tenía que pasar por una subida hasta la falda de los dos cerros, el camino de terracería serpenteaba un poco por la subida hasta llegar a su punto máximo en donde existía otra mina al pie de otro cerro que ya agoniza y en el cual se podían apreciar algunos camiones de carga que a esa hora de la tarde aún estaban cargando la arena colada de la mañana, subían a través de caminos que rodeaban el cerro hasta donde estaban los trascabos que vertían la arena en un tamiz gigante que era soportado por unas paredes gruesas de hormigón, abajo los carros de carga saliendo uno a uno, vaciando poco a poco las entrañas del cerro.
Siempre he imaginado a los cerros como gigantescos animales, y en ese momento imaginé a éste aullando de dolor y mirando sus entrañas salir poco a poco, sentí lástima de nosotros mismos, acabando con la naturaleza y tratando de saciar nuestra inagotable hambre de destrucción y poder.
Estuve parado un largo rato observando todo el movimiento hasta que una ráfaga de viento me sacó de mis meditaciones y me obligó a seguir mi camino, éste comenzaba a bajar unos metros adelante por la ladera de arena, unos árboles a ambos lados del camino hacían sombra cubriendo todo lo ancho del camino este tomaba forma de una boca oscura que se tragaba todo cuanto pasara por ella.
A un lado se podía ver una construcción ya muy vieja, de pequeño se corría el rumor entre mis compañeros que esa construcción estaba embrujada. Lo cierto es que siempre había estado vigilada por perros y aún hasta la fecha hay muchos de esos animales ahí.
El mapa daba indicaciones precisas acerca del primer punto en donde comenzaba el recorrido, éste punto se encontraba exactamente en medio de los dos cerros, uno conocido como el de “las tres cruces”, éste cerro milenario estaba constituido por roca pura y es por eso que los mineros no lo habían tocado, junto a este estaba otro cerro al que llamaban el de “la tortuga”, por su forma que, aunque ya un poco deteriorada asemejaba el de dicho reptil, enfrente y atrás de estos dos cerros estaba la huella de otro más que el tiempo y el hombre se habían encargado de borrar. Ahora solo se ve el horizonte azul del cielo y en donde alguna vez hubo una gran vista, ahora solo quedan los recuerdos.
El primer punto de referencia estaba entre este último y el cerro de la tortuga y enfrente del taller mecánico, había precisamente como indicaba el mapa una desviación hacía un lado del camino principal, este sendero estaba lleno de arena como los otros. El sol ya se estaba ocultando en el horizonte y las sombras de la noche comenzaban a llegar, entonces me dispuse a pasarla de lo más cómodo en medio de ese pequeño campo, entre árboles y matas de hierba que había regados alrededor del camino.


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