lunes, 3 de mayo de 2010

La Ciudad de los Sueños

Capitulo X

– Es cierto, siempre he admirado a la gente que gusta de cultivar la mente y las artes como la pintura –Respondí, dándome cuenta que me encontraba con alguien muy especial.
– A mí no me gusta mucho la lectura aunque haya leído lo suficiente como para abrir la mente a ese pequeño placer de soñar, lo que si no hago es escribir versos o cosas así, pienso que no hay más poesía que la que puede mostrar una imagen además, me gusta esta soledad, sentir cuando el pincel recorre el lienzo como es como si fueran mis manos recorriendo una piel de mujer, es tan intenso, me gusta ver cómo se van pariendo las imágenes, naciendo una a una o todas a la vez, el estar solo, solo contigo mismo y secando las imágenes en el calor que proviene de tu interior. Todo eso es un placer que no cambiaría por nada.
No entendía al principio, luego comprendí que una personalidad de él mismo hombre hacía una cosa, diferente a lo que hacía la otra, pero entre ambas existía una sensibilidad fuera de lo común.
– Pues pinta muy bien, su obra transmite sensaciones que regularmente no son bellas, pero pienso que por el hecho de transmitirlas lo que usted hace ya es un arte en sí mismo. Me refiero a la tristeza y la soledad que reflejan sus cuadros, me imagino que es casi un estado de éxtasis el que se logra. No sé mucho de pintura, ni de combinaciones de colores ni técnicas, pero me gustó su pequeño cuadro, me imagino que esa también la pintó usted –Dije señalando una pintura colocada en una de las paredes de aquella pequeña salita, la pintura tenía de tema central el mar, el fondo se componía por el azul del cielo, en perfecta combinación con el verde, unidos los dos por un pequeño velero, el mar moría en la playa en donde se situaban unas pequeñas palmeras que parecían moverse con el viento, en primer plano se repetía la figura femenina del cuadro que vi a la entrada, pero esta vez con un semblante alegre y jugando con el mar como si fuera su dueña–, me parece que tiene una extraña fijación por los paisajes nostálgicos y por las mujeres, ¿no le parece? –Comenté levantándome para contemplarlo mejor.
– ¡Ah!, ese cuadro es el paraíso, es un regalo de un amigo mío el día en que cumplí años y el por qué le llamo así, bueno, es porque pienso que entre el mar y la arena, entre el cielo y el viento solo hay un paraíso y ese es la mujer, uno no puede pedir más que eso para vivir. Pero dejémoslo a un lado y háblame un poco de ti y dime ¿qué es lo que haces aquí?
– Es un poco largo de explicar –Contesté.
– ¿Por qué la gente siempre dice eso? –Me interrumpió de pronto–, supongo que para evitar el explicar algo que no quiere; ¡siéntete en total confianza para hablar!, que en esta ciudad todo es posible y creíble.
– Perdón –Repliqué–, tiene razón quizá se deba a una costumbre de repetición, quiero decir que uno se acostumbra a oír ciertas cosas de la gente y las aprende para poder ser parte de un todo, repetimos lo que oímos sin pensar que decimos cosas sin sentido.
Después de haber dicho esto, comencé a explicar el motivo que me había llevado ahí, desde que encontré a aquel hombre en aquella ya lejana tarde de mi infancia, también mencioné que estaba solo de paso en el pueblo en busca de “La Ciudad de los Sueños” que ya se había desaparecido de mi mapa, que para esos momentos estaba ya pensando si en realidad existía o era una ilusión que tenía desde pequeño, le dije que estaba muy desconcertado por que este pueblo en donde estábamos no aparecía en ningún plano que hubiera visto antes e incluso comenté que en realidad estaba ansioso por saber lo que sucedería en el futuro inmediato. El se quedó mirándome un buen rato, como evaluando todo lo que le había dicho, como si tratara de entenderlo.
– Hace ya mucho tiempo –Dijo después de unos segundos de silencio–, cuando estaba yo encerrado y encadenado a mi cama, viendo pasar esos interminables días, meses y quizá años, uno tras otro, cuando había perdido la esperanza de salir de ahí, soñaba en mis desvaríos con la libertad, con las montañas que a lo lejos se miraban y con el aire fresco de los amaneceres en aquel pueblo. Entre tantos sueños que tuve, hubo uno en particular que mantuvo mis ilusiones y que aún se mantienen latentes en mi corazón y en mi mente, es un sueño que no puedo olvidar hasta el momento en que te lo estoy platicando, lo he pintado varias veces pero siempre cambia y cuando creo que he logrado reflejar lo que hay en él, en el lienzo las imágenes cambian dejando en mi subconsciente el mismo significado. A veces he pensado que los sueños nunca se alcanzan. Éste en particular se ha vuelto una obsesión intrínseca del alma mía.
– ¿Me lo puedes contar? –Le pregunté con gran curiosidad.– Mejor te lo muestro –Me contestó levantándose y encaminándose al pasillo que llevaba a las escaleras del segundo piso.

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