domingo, 16 de mayo de 2010

La Ciudad de los Sueños

Capítulo XIV

La luz en el horizonte se hacía cada vez más grande, hasta que terminó por cegarme y no pude ver más allá de ella, en ese momento comenzaron las voces, al principio como un murmullo lejano, después se fueron haciendo más fuertes y constantes hasta que terminaron por taladrarme la cabeza. Desperté viendo a mi padre que me tenía entre sus brazos y me miraba fijamente, parecía que había estado luchando o haciendo ejercicio durante un buen rato, pues gruesas gotas de sudor le resbalaban por la frente. El no me dijo nada, pero parecía muy espantado. De ahí en adelante las voces me siguieron, no podía librarme de ellas, me incitaban a hacer cosas que no debía hacer, Decían que tenía las manos manchadas de sangre y que tenía que liberarme, me miraba las manos entonces y en efecto las veía llenas de sangre, tenía que liberarme de esa sangre de algún modo cuando dormía, volvía a mirar la luz, en ciertos momentos se apagaba y solo quedaban infinidad de cuerpos regados a un lado de mí, como si hubieran sido muertos de repente, tan llenas de sangre sus vestiduras como mis manos, como si solo yo hubiera quedado con vida o como si yo los hubiera matado. Las voces se repetían siempre ¡mátalos!, decían comenzaron a decir una y otra vez, hasta que me despertaba y aún despierta seguía escuchándolas, retumbaban en mi cabeza mil veces, como una campana. Diera lo que fuera por que hubieran sido pesadillas solamente.
– Pero, si recobraste el sentido ¿no fueron solo sueños? – La pegunta salió espontanea y llena de curiosidad como yo.
– Siempre fue el mismo sueño –Prosiguió ignorándome, como si estuviera sola y hablara consigo misma–, y la noche siguiente y la noche siguiente y así muchas noches seguidas, poco a poco mi actitud cambió, mis padres pensaron que estaba enferma, llamaron a doctores, me hicieron varios análisis para acabar diciendo que no tenía nada, que lo que me pasaba era que yo quería más atención que la que mis padres me podían dar, pero no era cierto –Volteó a mirarme con sus bellos ojos negros que comenzaban a brillar por las lágrimas que estaban a punto de brotar–. Al poco tiempo el sueño cambió y la luz ya no se miraba, todo estaba oscuro y sentía que giraba en un hoyo que no tenía fin, las voces siempre presentes me gritaban que me liberara pero, ¿cómo podría hacerlo? –Mátalos y te librarás– me decían una y otra vez y despertaba gritando y muy asustada, hasta que llegó el día que las pude entender a plenitud –llévatelos, mátalos, libérate–, me decían y yo quería que me dejarán en paz, mi vida en soledad se volvió un infierno y así pasé mucho tiempo, poco a poco todo se aclaró para mí, las voces querían que matara a mis padres y a todo aquél que estuviera cerca o que yo quisiera, si no ellos lo harían, poco a poco las voces cobraron vida y tuvieron cuerpo en mis sueños, eran dos personas de mediana edad y estatura, una mujer y un hombre, destilaban en sus cuerpos una dulzura y fragilidad tal que no era posible creer que hubiera tanta maldad en ellos, me dijeron que si no hacía lo que ellos decían me iban a llevar a vagar por un universo que no existe y eternamente. Siempre me persiguen y están detrás de mí y tengo mucho miedo, miedo de no poder resistir más y hacer lo que me dicen, ¡no puedo!, ¡no puedo!Terminó diciendo esto y soltando un llanto incontenible. Yo no supe que hacer, ni que palabras decir, solo atiné a abrazarla y quedarme en silencio dejando que la chica se desahogara de todo lo que a su alma apenaba.

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martes, 11 de mayo de 2010

La Cidad de los Sueños

Capítulo XIII

La confianza que hasta ese momento me había acompañado me abandonó, y apresuré el paso para poder salir de ahí lo más pronto posible –el miedo es un sentimiento involuntario que nos ayuda a sobrevivir, siempre tenemos miedo de lo que no podemos controlar–, pensaba para mis adentros –si tan solo pudiera controlar mis pensamientos–, terminé diciendo.
– ¡No dejes que me lleven! –Gritaba la mujer que había salido de repente en una esquina, se notaba algo agitada y daba la impresión de que había estado corriendo durante un buen rato.
– ¿Qué le pasa?, –Le dije tratando de calmarla y tomándola de los brazos.
La chica no pasaba de los veinticinco años, traía una chamarra de mezclilla azul y el cabello castaño le caía como cascada en la espalda, de media falda a la pierna y una playera blanca. Estaba histérica y no me hizo caso, quería seguir corriendo hacía la dirección a la que yo me dirigía, la tuve que sujetar con fuerza para poder calmarla y decirle que atrás de ella no había nadie que seguramente estaba confundida, al hacerlo trastabillamos los dos y caímos al suelo entonces pude ver sus ojos, eran de un negro profundo y estaban arrasados en lágrimas y llenos de terror.
Sentí lástima por la chica al verla así, tan indefensa y tan llena de miedo que quise protegerla contra todo y contra todos así que traté de calmarla. Tenía la fuerza que da la histeria y trataba de zafarse de mis manos a como diera lugar, y volteaba hacía la casa de donde había salido. Hice muchos esfuerzos para mantenerla quieta contra el suelo, así estuvimos por unos minutos que a mí me parecieron una eternidad, ella no cejaba de su lucha y en más de una ocasión estuve a punto de soltarla.
– ¡No dejes que me lleven! – Volvía a repetir frenéticamente–, ¡No dejes que me toquen!
Repetía una y otra vez la pobre muchacha, traté de ver quién la seguía, pero no pude ver algo que la amenazara, comprendí entonces el poder que tiene la desesperación sobre el cuerpo humano y sobre la mente.
– ¡Nadie la sigue!, ¡nadie está aquí!, ¡trate de calmarse por favor! –A esas alturas el cansancio y la sorpresa me estaban venciendo y, estaba a punto de soltarla cuando su inconsciencia vino en mi ayuda.
Estuve un largo rato mirándola, la llevé a un lado de la calle en donde una casa hacía un poco de sombra, saqué la botella de agua que había llenado en la casa de mi anfitrión anterior y me dispuse a refrescar un poco su frente, muy a mi pesar no pude menos que admirar su belleza, allí tendida en el suelo parecía la bella durmiente del cuento que de niño había leído, en algunos momentos tuve el impulso de irme pero, sentía mucha curiosidad por lo que le pasaba, ¿a qué le tenía tanto terror que venía huyendo tan rápidamente?, ese mismo temor de lo inexplicable que vi en sus ojos me había impresionado bastante. Lo curioso de todo esto es que las casas se habían quedado en silencio, el cual era roto por el murmullo que hacía la gente unos metros atrás, de vez en cuando se oían algunos silbatos que sonaban muy bajito, parecían ser usados muy lejos. Pasaron dos horas aproximadamente, cuando la chica comenzó a reanimarse, lo cual le costó un poco, pero al fin se recuperó y al verme se quedó en silencio, su cara no reflejaba miedo, si no curiosidad.
– ¿Quién eres tú? –Preguntó mirando al suelo, los cabellos castaños que le cayeron en la frente como cascada la hacían verse más hermosa.
– Yo no soy de aquí –contesté rápidamente–, solo voy de paso pero, dime ¿qué es lo que te pasó hace rato?.
– Escapaba de ellos –Me dijo bajando la voz como queriendo no ser escuchada.
– ¿De quienes?, ¿Quiénes son ellos? –pregunté con una gran curiosidad reflejada en el rostro.– Todo empezó una noche –Comenzó a hablar, yo escuchaba con atención presintiendo que la chica que estaba a mi lado iba a confesarme algo que la lastimaba por dentro y que ya no podía guardar más–, estaba en mi casa con mis padres, la cena había terminado hacía ya unos momentos, era ya tarde y tenía rato que la noche había comenzado. Veíamos la televisión sentados en nuestros sillones tan cómodos que daba flojera levantarse hasta por un vaso de leche, pues bien mis padres me dieron las buenas noches y me recomendaron que no me quedara tan tarde viendo la película. Me quedé y no me di cuenta el momento en que me quedé dormida, lo que sí sé es que el sueño comenzó un poco después, ¡ese maldito sueño que desde ese entonces me acompaña!, en él yo me encontraba caminando por una vereda que estaba rodeada de árboles, a lo lejos y enfrente de mí se veía una luz enorme que parecía el sol, está luz se hacía pequeña primero y después se engrandecía cegándonos por momentos, pero yo no desistía y seguía en mi camino, inconscientemente sabía que iba en busca de algo importante y eso me daba más fuerza para seguir, parecía hipnotizada por que no podía voltear a ver a los lados por el miedo a que la luz desapareciera. Caminé por largo rato hacía ella, cuando pude mirar a mi lado los árboles daban paso a casas como las que hay aquí, yo seguía sorprendida por que en el sueño parecía que estaba consciente y despierta, viviendo una vida que no era mía.

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viernes, 7 de mayo de 2010

La Ciudad de los Sueños

Capítulo XII

La nota estaba sobre la mesita donde la noche anterior había visto el mantel, la noté porque parecía que fue dejada a propósito para verla, así que la leí con gran avidez.
Amigo mío.
Hasta ayer mi vida navegaba entre las brumas del encierro, no hablo del encierro físico, hablo del encierro del alma, que a mi parecer es el más terrible y solitario que puede haber. En la noche he tenido de nuevo el mismo sueño que me ha estado atormentando toda la vida, pero ahora ha sido diferente, creo que con tu llegada he descubierto lo que me ha querido decir desde hace tiempo, descubrí que el sueño me incita a seguir mi destino donde quiera que este se encuentre.
Hay mucha gente que tiene miedo en buscar su propio destino y tiene miedo a soñar, busca en el deseo el remedio contra la soledad o bien se emplea en algo que al final le frustra y viven un sueño que no es de ellos, entonces los problemas los agobian y terminan deseando escapar de la realidad y todo por miedo a la soledad, vivimos consiguiéndonos problemas para lidiar con ellos, para sentirnos vivos y morir por ellos.
Hay gente que se consuela diciendo que se es lo que se puede ser y no lo que se ha soñado ser, pero ese es un pensamiento para cobardes que no quieren seguir la aventura de vivir su sueño y no lo hacen y sin embargo la vida nos pone muchas oportunidades más de cumplir con nuestro destino, y cuando decidimos seguirlas ya hemos desperdiciado parte de nuestra vida en vivir banalmente. Parto hoy a buscar mi sueño, como despedida solo quiero decirte que cumplas con lo que has soñado siempre y busques tu camino, no en la gente que te rodea si no dentro de ti mismo, en tus sueños, en tu alma y de antemano sé que serás siempre feliz. Me despido deseando que encuentres tu destino muy pronto.
Gracias por enseñarme... a hacer realidad las ilusiones.
La carta me dejó feliz, hay gente –y en eso le daba la razón– hundidos en el trabajo diario, aburridos de estar viviendo por un sueño que han pospuesto día a día, consolándose de que habrá un futuro, y ¿si nos morimos hoy, o mañana?, ¿qué pasará?. El futuro es solo una ilusión, es un sueño que hay que seguir, pero teniendo en la conciencia que podemos terminar hoy mismo, o mañana. Nadie tiene la vida comprada.
Me alegraba mucho que mi anfitrión siguiera su sueño, ahora tenía que preocuparme por el mío, el propio y que a decir verdad era el mismo. ¿Cómo podía saber el significado?, me había dado cuenta que para seguir un sueño no era necesario ser joven, el camino de la vida es muy largo y es cuestión de nosotros el poder disfrutarlo, yo lo comparé con una vereda llena de hoyos en las que, si no se tiene cuidado se puede uno caer y ya no levantarse.
Dejé la casa esa mañana, el sol ya levantaba en la vereda los fríos vapores de la madrugada y el mundo se despertaba poco a poco, como desemperezándose del sopor nocturno que lo tenía preso.
Nunca había visto una mañana como aquella, los vapores del rocío elevándose al cielo poco a poco, y los rayos del sol que jugaban con las partículas de agua a pintarlas de colores haciendo de ellas miles de pequeños arcoíris, sin querer se me vinieron a la mente varios recuerdos de cuando niño nos mojábamos con mi familia en el patio de la casa, los rayos del sol hacían lo mismo en aquel entonces. Recorrí la vereda por la que caminamos la noche anterior y así salí a la calle y vi el parque aquella mañana. Se notaba algo diferente, tan lleno de vida pero aún en soledad, quizá siempre estuvo así y quizá por eso era tan feliz.Tomé por la calle que según me llevaba a la salida de aquél poblado tan lleno de locura como decía en el cartel que leí a la entrada, caminé varias horas y estaba tan distraído que no me percaté de que en las casas en esa parte del poblado comenzaban a verse con un poco más de movimiento, había muchas personas con vestimentas azules, como las que usan los cirujanos, varias personas con vestiduras blancas también, se sentía más tensión en esta área del pueblo, en las ventanas había barrotes, en los patios se podía ver las rejas y arriba de ellas el alambre de púas enredado a modo de que nadie pudiera brincarse y entrar o bien escaparse, afuera la calle estaba desierta. Cuanto miedo se respiraba en el ambiente, cuantas barreras se empeñaba en poner la gente y cuanta soledad estando juntos.

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martes, 4 de mayo de 2010

La Ciudad de los Sueños

Capítulo XI

Subimos por ellas llegando a donde terminaba el pasillo, ahí se encontraba una sala igual a la que había abajo, esta se encontraba llena de varios cuadros en las paredes y algunos recargados al pie de las mismas, parecía que ese espacio era ocupado como bodega.
– Ahí los tienes –Me dijo el hombre señalando el montón de cuadros.
Me quedé asombrado de ver las tantas versiones de un mismo sueño que uno puede hacer, no supe por dónde empezar y comencé por el que tenía más cerca, en él encontré una pequeña procesión de gente caminando por una vereda entre los árboles de un extenso bosque, la totalidad de la gente se iluminaba con linternas en medio de la oscuridad reinante, a lo lejos se podía observar algunas luces que alcance a interpretar como un poblado.
En otro cuadro se podía observar un pequeño pueblo a plena luz del día y el cual tenía un pequeño parque, este estaba lleno de gente como si estuvieran en una reunión, lo extraño es que no se alcanzaba a ver ningún niño solo había mujeres y hombres, todos ellos vestían de gala y observaban una fuente con gran devoción y alegría, la fuente chorreaba agua por varios lados, más arriba en las nubes aparecían figuras de ángeles mirando con desdén a la gente. En otro cuadro pude ver unas manos que contrastaban con un fondo negro, en posición de rezo, esta imagen me transmitía una sensación de paz, había otro en que estaban las mismas manos, ahora con los dedos cruzados entre si, en actitud de preocupación o bien en actitud de espera, quizá una espera que no terminaba.
Y así fui recorriendo con la mirada uno a uno los cuadros hasta llegar al último, miré a mi anfitrión muy sorprendido sin saber que decir ni que hacer, en aquel último cuadro estaba la imagen que había visto en otro lado y que me había impresionado bastante, esa imagen la había visto en mi sueño aquél día en que había comenzado el viaje. Me quedé sin poder articular palabra alguna, ¿sería una coincidencia? o un misterio estaba encerrado en aquella casa.
– ¿Te impresionó verdad? –Preguntó el hombre al ver la mirada en mis ojos.
– Sí, la he visto en otra parte –No supe porque le oculté la verdad en ese instante–. La he visto en otro lugar, no recuerdo en donde exactamente pero la he visto.
– ¡Qué extraña coincidencia! –Dijo al cabo de algunos momentos de silencio–, creí que mis sueños eran solo míos y que guardaban algún secreto dentro de mi vida, pero si tú lo viste en alguna parte, yo debo haberlo visto también en la misma parte y me impresionó.
– Sí, lo he visto... en mi sueño –Contesté sin más que decir.
Los dos guardamos silencio, algo en nuestro interior nos decía que estábamos unidos por un sueño, dentro de mí retumbaba una pregunta incesantemente – ¿Cuánta gente tendría el mismo sueño?
Después de todo, todos soñamos, el sueño es una extensión de la conciencia, de la vida diaria y en esta irrealidad del sueño nos podemos encontrar alguna vez. El soñar nos une con nuestro yo interior y cuando eso sucede podemos hacer cualquier cosa, podemos romper la realidad y entonces hacer cosas increíbles, ser dueños de todo, incluso del mundo o podemos hacer cosas inimaginables y asombrosas como volar muy alto o saltar y hacer muchas cosas más.
Las ilusiones que se crean en el sueño solo son validas si se arraigan en nuestra conciencia, entonces se lucha por ellas con la fuerza total de nuestra naturaleza y el sueño entonces, se atrae a nuestra vida diaria y así podemos llegar a cumplirlos.
– El mundo de los sueños es un misterio –Se oyó decir al hombre que estaba tan sorprendido como yo, después guardó silencio.
Aquella noche, él me ofreció un sitio para poder asearme y dormir, esa misma noche volví a tener el mismo sueño, ahora las imágenes que salían de las manos se amontonaban una tras otra entre la gente que las observaba y que se vestía de ellas, entonces eran doctores, policías, bomberos, presidentes, políticos, campesinos, etc.
Desperté de buen ánimo, sabía que el sueño tenía algo que ver con mi aventura, había entendido que para soñar, debía tener algo de locura dentro de mi ser, comprendí entonces que siempre había querido ser pintor, escribir historias y muchas otras cosas más, pero por una u otra situación nunca las había llevado a cabo. Entendí que tenía que llegar hasta el final del sueño, encontrar esa pequeña parte de mí que siempre había querido ser y que hasta ahora vivía escondida en no sé qué parte, siempre con la pospuesta intención de encontrarme. –Quizá quiera ser un bombero, o un doctor– Pensé en un momento dado. No me despedí del hombre, nunca me han gustado las despedidas, sabía en el fondo que él comprendería, era más inteligente de lo que aparentaba a pesar de su pequeño problema de personalidad, pero aún así sabía que algún día nos volveríamos ver.

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lunes, 3 de mayo de 2010

La Ciudad de los Sueños

Capitulo X

– Es cierto, siempre he admirado a la gente que gusta de cultivar la mente y las artes como la pintura –Respondí, dándome cuenta que me encontraba con alguien muy especial.
– A mí no me gusta mucho la lectura aunque haya leído lo suficiente como para abrir la mente a ese pequeño placer de soñar, lo que si no hago es escribir versos o cosas así, pienso que no hay más poesía que la que puede mostrar una imagen además, me gusta esta soledad, sentir cuando el pincel recorre el lienzo como es como si fueran mis manos recorriendo una piel de mujer, es tan intenso, me gusta ver cómo se van pariendo las imágenes, naciendo una a una o todas a la vez, el estar solo, solo contigo mismo y secando las imágenes en el calor que proviene de tu interior. Todo eso es un placer que no cambiaría por nada.
No entendía al principio, luego comprendí que una personalidad de él mismo hombre hacía una cosa, diferente a lo que hacía la otra, pero entre ambas existía una sensibilidad fuera de lo común.
– Pues pinta muy bien, su obra transmite sensaciones que regularmente no son bellas, pero pienso que por el hecho de transmitirlas lo que usted hace ya es un arte en sí mismo. Me refiero a la tristeza y la soledad que reflejan sus cuadros, me imagino que es casi un estado de éxtasis el que se logra. No sé mucho de pintura, ni de combinaciones de colores ni técnicas, pero me gustó su pequeño cuadro, me imagino que esa también la pintó usted –Dije señalando una pintura colocada en una de las paredes de aquella pequeña salita, la pintura tenía de tema central el mar, el fondo se componía por el azul del cielo, en perfecta combinación con el verde, unidos los dos por un pequeño velero, el mar moría en la playa en donde se situaban unas pequeñas palmeras que parecían moverse con el viento, en primer plano se repetía la figura femenina del cuadro que vi a la entrada, pero esta vez con un semblante alegre y jugando con el mar como si fuera su dueña–, me parece que tiene una extraña fijación por los paisajes nostálgicos y por las mujeres, ¿no le parece? –Comenté levantándome para contemplarlo mejor.
– ¡Ah!, ese cuadro es el paraíso, es un regalo de un amigo mío el día en que cumplí años y el por qué le llamo así, bueno, es porque pienso que entre el mar y la arena, entre el cielo y el viento solo hay un paraíso y ese es la mujer, uno no puede pedir más que eso para vivir. Pero dejémoslo a un lado y háblame un poco de ti y dime ¿qué es lo que haces aquí?
– Es un poco largo de explicar –Contesté.
– ¿Por qué la gente siempre dice eso? –Me interrumpió de pronto–, supongo que para evitar el explicar algo que no quiere; ¡siéntete en total confianza para hablar!, que en esta ciudad todo es posible y creíble.
– Perdón –Repliqué–, tiene razón quizá se deba a una costumbre de repetición, quiero decir que uno se acostumbra a oír ciertas cosas de la gente y las aprende para poder ser parte de un todo, repetimos lo que oímos sin pensar que decimos cosas sin sentido.
Después de haber dicho esto, comencé a explicar el motivo que me había llevado ahí, desde que encontré a aquel hombre en aquella ya lejana tarde de mi infancia, también mencioné que estaba solo de paso en el pueblo en busca de “La Ciudad de los Sueños” que ya se había desaparecido de mi mapa, que para esos momentos estaba ya pensando si en realidad existía o era una ilusión que tenía desde pequeño, le dije que estaba muy desconcertado por que este pueblo en donde estábamos no aparecía en ningún plano que hubiera visto antes e incluso comenté que en realidad estaba ansioso por saber lo que sucedería en el futuro inmediato. El se quedó mirándome un buen rato, como evaluando todo lo que le había dicho, como si tratara de entenderlo.
– Hace ya mucho tiempo –Dijo después de unos segundos de silencio–, cuando estaba yo encerrado y encadenado a mi cama, viendo pasar esos interminables días, meses y quizá años, uno tras otro, cuando había perdido la esperanza de salir de ahí, soñaba en mis desvaríos con la libertad, con las montañas que a lo lejos se miraban y con el aire fresco de los amaneceres en aquel pueblo. Entre tantos sueños que tuve, hubo uno en particular que mantuvo mis ilusiones y que aún se mantienen latentes en mi corazón y en mi mente, es un sueño que no puedo olvidar hasta el momento en que te lo estoy platicando, lo he pintado varias veces pero siempre cambia y cuando creo que he logrado reflejar lo que hay en él, en el lienzo las imágenes cambian dejando en mi subconsciente el mismo significado. A veces he pensado que los sueños nunca se alcanzan. Éste en particular se ha vuelto una obsesión intrínseca del alma mía.
– ¿Me lo puedes contar? –Le pregunté con gran curiosidad.– Mejor te lo muestro –Me contestó levantándose y encaminándose al pasillo que llevaba a las escaleras del segundo piso.

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