martes, 4 de mayo de 2010

La Ciudad de los Sueños

Capítulo XI

Subimos por ellas llegando a donde terminaba el pasillo, ahí se encontraba una sala igual a la que había abajo, esta se encontraba llena de varios cuadros en las paredes y algunos recargados al pie de las mismas, parecía que ese espacio era ocupado como bodega.
– Ahí los tienes –Me dijo el hombre señalando el montón de cuadros.
Me quedé asombrado de ver las tantas versiones de un mismo sueño que uno puede hacer, no supe por dónde empezar y comencé por el que tenía más cerca, en él encontré una pequeña procesión de gente caminando por una vereda entre los árboles de un extenso bosque, la totalidad de la gente se iluminaba con linternas en medio de la oscuridad reinante, a lo lejos se podía observar algunas luces que alcance a interpretar como un poblado.
En otro cuadro se podía observar un pequeño pueblo a plena luz del día y el cual tenía un pequeño parque, este estaba lleno de gente como si estuvieran en una reunión, lo extraño es que no se alcanzaba a ver ningún niño solo había mujeres y hombres, todos ellos vestían de gala y observaban una fuente con gran devoción y alegría, la fuente chorreaba agua por varios lados, más arriba en las nubes aparecían figuras de ángeles mirando con desdén a la gente. En otro cuadro pude ver unas manos que contrastaban con un fondo negro, en posición de rezo, esta imagen me transmitía una sensación de paz, había otro en que estaban las mismas manos, ahora con los dedos cruzados entre si, en actitud de preocupación o bien en actitud de espera, quizá una espera que no terminaba.
Y así fui recorriendo con la mirada uno a uno los cuadros hasta llegar al último, miré a mi anfitrión muy sorprendido sin saber que decir ni que hacer, en aquel último cuadro estaba la imagen que había visto en otro lado y que me había impresionado bastante, esa imagen la había visto en mi sueño aquél día en que había comenzado el viaje. Me quedé sin poder articular palabra alguna, ¿sería una coincidencia? o un misterio estaba encerrado en aquella casa.
– ¿Te impresionó verdad? –Preguntó el hombre al ver la mirada en mis ojos.
– Sí, la he visto en otra parte –No supe porque le oculté la verdad en ese instante–. La he visto en otro lugar, no recuerdo en donde exactamente pero la he visto.
– ¡Qué extraña coincidencia! –Dijo al cabo de algunos momentos de silencio–, creí que mis sueños eran solo míos y que guardaban algún secreto dentro de mi vida, pero si tú lo viste en alguna parte, yo debo haberlo visto también en la misma parte y me impresionó.
– Sí, lo he visto... en mi sueño –Contesté sin más que decir.
Los dos guardamos silencio, algo en nuestro interior nos decía que estábamos unidos por un sueño, dentro de mí retumbaba una pregunta incesantemente – ¿Cuánta gente tendría el mismo sueño?
Después de todo, todos soñamos, el sueño es una extensión de la conciencia, de la vida diaria y en esta irrealidad del sueño nos podemos encontrar alguna vez. El soñar nos une con nuestro yo interior y cuando eso sucede podemos hacer cualquier cosa, podemos romper la realidad y entonces hacer cosas increíbles, ser dueños de todo, incluso del mundo o podemos hacer cosas inimaginables y asombrosas como volar muy alto o saltar y hacer muchas cosas más.
Las ilusiones que se crean en el sueño solo son validas si se arraigan en nuestra conciencia, entonces se lucha por ellas con la fuerza total de nuestra naturaleza y el sueño entonces, se atrae a nuestra vida diaria y así podemos llegar a cumplirlos.
– El mundo de los sueños es un misterio –Se oyó decir al hombre que estaba tan sorprendido como yo, después guardó silencio.
Aquella noche, él me ofreció un sitio para poder asearme y dormir, esa misma noche volví a tener el mismo sueño, ahora las imágenes que salían de las manos se amontonaban una tras otra entre la gente que las observaba y que se vestía de ellas, entonces eran doctores, policías, bomberos, presidentes, políticos, campesinos, etc.
Desperté de buen ánimo, sabía que el sueño tenía algo que ver con mi aventura, había entendido que para soñar, debía tener algo de locura dentro de mi ser, comprendí entonces que siempre había querido ser pintor, escribir historias y muchas otras cosas más, pero por una u otra situación nunca las había llevado a cabo. Entendí que tenía que llegar hasta el final del sueño, encontrar esa pequeña parte de mí que siempre había querido ser y que hasta ahora vivía escondida en no sé qué parte, siempre con la pospuesta intención de encontrarme. –Quizá quiera ser un bombero, o un doctor– Pensé en un momento dado. No me despedí del hombre, nunca me han gustado las despedidas, sabía en el fondo que él comprendería, era más inteligente de lo que aparentaba a pesar de su pequeño problema de personalidad, pero aún así sabía que algún día nos volveríamos ver.

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