viernes, 30 de abril de 2010

La Ciudad de los Sueños

Capítulo IX

Caminamos hacia un lado del parque, él iba delante de mí mostrándome el camino, a esas horas se comenzaban a encender las luces de las farolas como si una mano invisible y misteriosa hiciera que todo funcionara a la perfección en ese poblado y a pesar del estado de sus habitantes, que no era el más óptimo psicológicamente hablando.
Salimos del parque y nos encaminamos por un sendero aledaño a la única calle que había en la ciudad, seguimos en dirección contraria a la que me había llevado hasta ahí, nos adentramos en un jardín extenso que parecía un bosque, el césped estaba perfectamente cuidado, había también algunos árboles colocados estratégicamente para brindar sombra y dejar entrar los espacios de luz e iluminar la gran extensión de terreno que había en esa parte del pueblo y que a esa hora estaba quedándose en penumbras. La vereda terminaba en un lomita en donde el hombre se detuvo, al fondo se podía admirar la casa.
Era de dos aguas, por techo lucía unas tejas de barro las cuales combinaban perfectamente con el color de la fachada, las ventanas de madera y vidrio la hacían ver más elegante y digámoslo así, un poco más sofisticada.
El interior de la casa estaba a la par del exterior, entramos a un pequeño pasillo en el cual había dos cuadros adornando las paredes uno en cada pared, uno de estos cuadros contenía un rostro femenino en primer plano, su piel blanca contrastaba con el fondo oscuro de un atardecer en el horizonte, se podía ver en el fondo un volcán con la punta cubierta de nieve y que tenía una fumarola como despidiendo al sol que se ocultaba en el firmamento, había un pequeño poblado en la base del volcán, que se perdía entre algunos árboles de pino y con las luces de las farolas ya encendidas, quizá fue una ilusión pero las luces del cuadro parecían destellar a lo lejos como estrellas en el firmamento. La mujer que tenía el pelo al viento parecía observar un punto fijo en el sol ocultándose, creí que serían la nubes que hacían que este se vislumbrara solo como una línea amarilla, o bien las líneas de luz moribundas que cubrían gran parte del poblado y que daban un gran sentido de nostalgia al cuadro.
En la pared opuesta, había un ventanal cubierto por cortinas impecablemente limpias, y el pasillo terminaba a unos cuantos pasos, donde iniciaba la sala que no era muy grande pero si era muy confortable.
En la mesa de centro había un pequeño florero pintado a mano el cual sostenía algunos gladiolos, también entre ellos había algunos girasoles que parecían mirarme con gran curiosidad. Me senté en un sillón después de la invitación de mi anfitrión.
– Necesito un café –Dijo, levantándose y encaminándose a la puerta junto al pasillo que conducía a la planta alta–, ¿Qué te gustaría tomar?
– También un poco de café por favor.
Cuando el hombre desapareció detrás de la puerta quedó todo en silencio por algunos momentos –Este hombre debe ser un erudito pensé cuando levanté la vista y vi una gran cantidad de libros–, quise tomar alguno de los que había ahí, alcancé a ver títulos de autores notables como Friedrich Nietzsche, Hermann Hesse, Oscar Wilde, algunos tratados de psicología y algunos autores más que no alcancé a reconocer y porque el tiempo era muy corto ya que el hombre apareció en la puerta.
– He notado que te gusta leer mucho –le comenté apenas lo vi de regreso con las dos tazas de café en las manos.
– Es una de las pocas aficiones que tengo, me gusta mucho imaginar las historias contadas en esos libros –Contestó dándome una taza de café y quedándose con la suya–. A veces sueño con ellas, es como si regresara a mis etapas de niño.
– También he visto la pintura que hay en la entrada, es muy bella, pero se nota un ambiente de nostalgia y tristeza en esa mujer –Comenté dándole un buen sorbo al café.
– La pintura –repitió en voz baja y apenas audible–, Es mi otra afición, siempre he querido retratar los sueños mis sueños, los que he tenido a lo largo de la vida y que aún tengo, a veces lo logro y otras no, pero siempre trato de tener las ilusiones cerca –Dijo comenzando a beber su café.

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