martes, 6 de abril de 2010

La Ciudad de los Sueños

Capítulo V

Desde la entrada se podía dominar la calle principal, Las casas, dividas en dos partes, pintadas de dos colores de forma que contrastaban el uno con el otro, estaban alineadas conforme a la calle, solo separadas apenas por uno que otro pasillo entre ellas y que daba a la entrada de las casas, las cortinas adornaban la mayor parte de las ventanas de tal forma que les daba un toque de alegría perdida en el centro mismo de la casa. En la calle no había ninguna persona a quién preguntarle algo y que me pudiera dar información alguna sobre el camino a seguir solo había una caseta de vigilancia pintada del mismo color y vacía, a un lado de ella se encontraba una toma de agua. Había un letrero que estaba arriba de la llave y que advertía que no se podía beber el agua y que si se bebía el riesgo corría por cuenta propia –¿qué riesgo podía tener el beber un poco de agua? quizá contenía una especie de microbio o virus que causara alucinaciones o la muerte– pensé, pero la sed era muy intensa ya, así que decidí ignorar el letrero y beber un poco, abrí la llave y vi que el agua salía muy clara e inmediatamente hice un cuenco con las manos y mojé mi rostro, la frescura del líquido me invitaba a beberlo, apenas unas gotas probaron mis labios cuando una voz me hizo brincar de repente.
–No bebas de esa agua a menos que quieras quedarte aquí para siempre –Una voz desconocida y que provenía de un lado mío en un tono de autoridad que no admitía réplica me sorprendió y en el acto saqué las manos del agua, –¿No has visto el letrero que está ahí arriba?
–Si lo vi, pero me estoy muriendo de sed y no creí que esta agua que tan limpia me fuera a hacer daño –Contesté un poco contrariado–, créame que ya no aguanto la sed.
El hombre me miró de una forma muy extraña y no dijo nada, se metió en la caseta de vigilancia y de su maleta sacó una pequeña botella de la cual me dio a beber un poco lo que agradecí con una sonrisa, cuando hube satisfecho mi sed lo miré con un poco más de atención, no era muy alto, el abdomen ya un poco prominente por la falta de ejercicio, mediana edad, el pelo cano y ensortijado, con las huellas del tiempo en el rostro. El guardia vestido impecablemente de azul tenía algo muy extraño en su mirar que me desconcertó, creí sentir una extraña ternura en él que inspiraba confianza.
– ¿Cómo se llama esta ciudad? –Pregunté con una gran curiosidad reflejada en el rostro–. Tengo que cruzarla y me gustaría saber el camino más corto para salir de ella, ¿usted podría decírmelo?
–Esta ciudad no tiene nombre –Respondió el hombre de color– o al menos yo no lo sé, lo debes haber visto cuando entraste, me imagino. En cuanto a la salida, es un poco complicado, tendrás que seguir este camino que es el único que hay hasta llegar a la mitad del pueblo, esa es toda la información que te puedo dar, porque ni yo mismo la he recorrido en su totalidad, en el centro hay una fuente y un parque –Dijo señalándome la calle que había visto antes–. Además, veo que llevas un mapa ¿no?, ¿por qué no ves si él te dice lo que necesitas saber?
–Eso quisiera pero se ha borrado y lo más curioso es que no sé el motivo, cuando salí de casa estaba completo, ahora ya no, así que decidí seguir a ciegas el camino para llegar hasta aquí.
– ¡El camino! –Dijo el hombre un poco extrañado– y, ¿hasta aquí? Yo no sé de algún camino desde que estoy aquí, ¡debes estar soñando!
Me sorprendí por la respuesta porque la puerta seguía abierta y desde ahí se podía observar el camino que me había traído hasta las puertas de esta ciudad donde el guardia que las cuidaba no conocía ni el nombre del lugar que habitaba.
–Tendré que seguir entonces –Dije con un ademán de resignación–, a ver si encuentro alguna persona que me pueda decir por donde salgo de esta ciudad.
–Está muy bien, pero ten cuidado porque la gente de aquí es muy especial –Acotó el hombre con un gesto de preocupación– algunos de ellos no están bien, ¡tú sabes!, dicen cosas muy raras y algunos sufren de alucinaciones –Concluyó.


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