sábado, 27 de junio de 2009

Ahora lo veo claro...

Ahora lo veo claro,
tenía que juntar las horas
o los días -o qué sé yo-,
da igual,
los años.

Tenía que juntarlos
para aprenderte,
para saber,
para entenderte.

Es cronológico,
palabra que alude a la lógica y al tiempo
-eso me parece-.
El amor que se madura
cual fruta de temporada ciega
y sin manos.

Y yo,
aún deseo que algún día
-de estos que están por venir-
vuelvas y me quieras…


Eugenio

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martes, 16 de junio de 2009

La lluvia y tú...

Sé que te pertenezco, enteramente
mientras manejo y escucho una canción,
mientras la lluvia cambia de humor
y se deja caer a ambos lados de la calle
y se oye el claxon de los autos
y la gente corre despavorida por el agua.

Sé que soy nada, sin tu compañía
que la noche se alarga y se despega del día,
y se aquieta rompiéndome la espalda.

Algún día sabrás que mis ojos no se cierran
si no estás aquí, que mis oídos se desgarran
haciéndose mil ecos tu voz, tu voz tan preciada,
que tus ojos tocan el aire y me abrazan,
y el humo del cigarro se queda
permanentemente oprimido a mi pecho.

Sé que soy un tonto, lo sé muy bien
mientras las velocidades se aminoran por el agua
y las gotas rompiéndose en mil cristales sobre el parabrisas
no dejan ver más allá de dos minutos de celo.

Las luces juguetonas se abalanzan unas con otras
y se rompen en lámparas multicolores,
en el vidrio.
Una que otra mentada de madre,
y todo vuelve a callarse, mientras yo pienso en ti.

En tu soledad debe haber miles de recuerdos
guardados para momentos impropios
como en los míos, mientras fumo y echo el humo
y sigo escuchando, callando,
la carretera, el agua, el frío, ésta dulce repetición
que se oculta bajo un charco en la calle
y que salta a cada caída de llanta.

Yo no sé qué me pasa
cuando todo está húmedo hasta la conciencia
y sigo manejando esta dulce contienda
de ser tuyo, y no tenerte…
a mi lado.

Eugenio




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domingo, 7 de junio de 2009

Ella

Ella,
irrumpió desprevenida,
toda la noche se dejó caer entre mis huesos.
En mi carne, su carne floreció como la tierra,
creció en mis pasos el destino incierto
de todos los tiempos.

Se ausenta de día,
quebrada, de luz quebrada como el cristal.
Lluvia de río que persigue la sequedad
de mis horas inciertas, afinidad que se vislumbra
apenas…

Yo soy ajeno al vino de su sangre
a la interrupción diáfana que se cuelga de sus pechos,
al ancho mundo de sus caderas,
al andar extraño de sus labios,
yo soy ajeno a todo ello.

Y sin embargo,
vive en mí desde el primer instante
en que nació a mi mirada,
desde el primer día en que tocó el cielo bajo mi piel
y mi mirada miró a través de sus ojos.

Yo era feliz con ella.

Pero mi mano tocó su ausencia
mi palabra no se explica lo que sale de mi boca
y entra cada noche al sueño aciago
entera, solícita, cubierta -como yo-, de sombras.
A veces despierto de madrugada
solo, sin nadie, solo…
sin esa interrupción que siempre me acompaña
en el sueño.

¿Por qué te sigo amando?

Eugenio


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miércoles, 3 de junio de 2009

El día

No tengo ganas de escribir y escribo
una letra, una palabra, lo que sea.
El tiempo vivo que se traspasa a la cara
y de ahí al viento.
El diario que-hacer olvidado entre el café
y un poco de pan
-tan amargo-.

El amanecer llega como siempre
o casi siempre que abro los ojos,
fuerza que me atrapa y estrella entre oquedades
dispuestas a verter su fuerza en mí.
En distintas ocasiones sueño a que soy algo,
instantes que reposan
en la caricia de una mujer,
que no es mi mujer, sino de tantos otros.

Hay olas y holas de gente extraña que se olvida
y al olvido en que se quedan, a ese olvido,
yo vuelvo cada tarde que se cae a mis pies.
Hay mares que acarician piedras y las vuelven arena,
así, debería pasar miles de días sentado sin mover un músculo
y entenderme.

El día se cuelga el manto de estrellas
a la espalda, el diario caminar de un camino que no termina
que se queda entre las pupilas acariciando luces lejanas,
fantasmas de un pasado que no termina de ser
entre las rejas del sueño
y en las letras de un nombre
perdido entre las sombras de un viejo farol
rompiendo la oscuridad entre la luz del nuevo amanecer…

Eugenio

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