sábado, 17 de abril de 2010

La Ciudad de los Sueños

Capítulo VII

Llegué al parque sin ver a otra persona, las casas por el camino estaban desiertas aunque en apariencia se notaban ciertos aires de vida dentro de ellas como si estuvieran habitadas, la tarde estaba cayendo y me sentía un poco cansado. Ahí, en el centro del parque había una fuente singular, en la base había figuras de mucha gente que estaban unidas sosteniendo un gran recipiente en forma de una damasana abierta a lo largo y por la mitad, de este recipiente salía un chorro de agua cristalina, acompañado también por hermosas figuras de ángeles que tenían un cierto aire femenino aunque, de esto no estoy seguro porque a los escultores y pintores les ha dado por imaginar a los ángeles tan hermosos que uno no sabe si son mujeres u hombres, había en sus ojos un detalle que me hizo pensar que estos ángeles no eran tan divinos, por que se notaba en sus miradas un dejo de indiferencia y lástima hacía las personas que miraban más abajo. Los ángeles a su vez, sostenían a un gran pez que estaba de costado, parecía retorcerse en una lenta agonía y, de la boca del pez brotaba otro chorro de agua el cual llenaba la damasana que estaba más abajo y que contenía a los ángeles, encima de este pez se encontraba un hombre con grandes músculos, cargando a un delfín que expelía otro chorro de agua por el orificio que estaba destinado a respirar, este chorro de agua se dispersaba por todas direcciones debido a la fuerza de gravedad.
Me intrigó mucho saber el significado de la figura, y me quedé pensando por largo tiempo, no encontré a alguien para preguntarle. La fuente estaba flanqueada por varias jardineras llenas de plantas y árboles, bajo los cuales se encontraban algunas bancas a modo de que los visitantes se sentaran a descansar y pasar el tiempo lo mejor posible. Yo siempre he tenido la manía de sentarme en el borde de las fuentes si el agua que brota de ellas me lo permite y viendo que esta fuente me lo permitía decidí hacerlo y refrescarme un poco las manos.
Miré de nuevo el mapa y aunque esto me pareció inútil porque sabía que estaba igual que antes, me pareció que era bueno tener la mente ocupada mientras descansaba. El sol estaba ya por ocultarse y la verdad es que no quería estar una noche entera en ese lugar.
Hay muchos tipos de miedo y entre todos estos, el más aterrador es el de la soledad. Las dudas que me habían abandonado cuando inicié el camino me asaltaron de repente, ¿por qué hacía todo esto?, ¿era una exaltación a mi espíritu aventurero? o, ¿simplemente porque no razoné cuando di inicio a esta aventura? Viéndolo de esta manera, la mayoría de las ocasiones en que me puse a razonar antes de hacer cualquier cosa terminé no haciéndola, creo que nos pasa a todos y al final nos arrepentimos pensando en lo que hubiera pasado si hubiéramos hecho esto o aquello, pero como aprendí conformé fui creciendo que las suposiciones son malas y que son una señal de que no estamos haciendo bien las cosas y que preferiríamos estar viviendo en otra vida, en otro tiempo y en otro lugar sin enfrentar las situaciones que nos dañan.
Yo había decidido seguir una ilusión cuando niño, había soñado con esta aventura y ahora debía seguir por el mismo camino sin importar lo que pasara o lo que tuviera o perdiera de las manos, el tiempo es el que se encarga de ponernos algo en ellas y es él mismo el que nos las quita. Él también se encargaría de ponerme en el lugar que me correspondía y me enseñaría en su infinita sabiduría a sacar el máximo provecho del momento en que me tocara vivir. Así que respiré hondamente y me dispuse a llegar hasta donde se me permitiera, sin detener el paso por muy lento que este fuera.
Absorto en mis pensamientos tomé un poco de agua con las manos y comencé a jugar con ella, estaba fresca y al instante me sentí reconfortado.


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