lunes, 25 de enero de 2010

Reconóceme

Mírame ya,
reconóceme en el tiempo de una mirada,
de un suspiro o de un beso.
Si me paro un poco
en el momento en que la noche cae insondablemente
entre mis sentidos y los tuyos,
en los momentos de las vastas soledades perpetuas
que cobijan mis auroras, y mis diferentes soles

y mis diferentes días, ¿me reconocerás?.

Yo soy la sombra que se escuda entre
los diferentes pliegues de tu piel, de tu deseo, de tu falda,
de tus órganos más queridos y guardados,
de tu vientre.
Yo soy la sombra que no pide permiso para atraparte
entre las manos de arcilla de unos versos,
y a través de las horas, de los días.


Yo soy el destino,
cruel, marchito y envejecido
por la daga que van dejando tus huellas
en el camino de este largo soñar,
que es la vida.


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viernes, 15 de enero de 2010

Metáforas ciegas

Siempre he creído que la luz no llega,
que se queda a descansar entre mis párpados vacíos
o en los mismos párpados de los amaneceres largos
de estos días en que todo se detiene
y no ayuda a pasar el tiempo.

La oscuridad entonces se vuelve silencio
entre los ruidos más lejanos
y la ciudad se despierta dejando tristes a los sonámbulos,
seres desperfectos entre las sombras de los días,
del tiempo.

A veces pienso que la luz nace en mis ojos
como estrellas que se crean y se destruyen
unas a otras, o un agujero negro,
gula total del ojo devorando espacios, universos
y hojas del tiempo.

Me han dicho que los días se repiten -mis ojos-
uno, dos, tres, cuatro veces repetidas,
ojos del día que vuelven a mirar y miran sin cesar
la luz invasora que a deshoras, vuelve a entrar por la cortina
de mis oídos muertos, de tanto mirar.

Y entretanto y tanto que vivo,
entretanto y tanto, que muero...

Eugenio
(Soledades)
julio 14, 2007


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