jueves, 26 de marzo de 2009

Eighties Bar (Capítulo VIII)

Lo que te cuento sucedió en días seguidos, cada noche el sueño se repetía y parecía convertirse en una realidad constante, a la que siempre se le añadía algo nuevo. Era –según mi amigo–, como una manera de vivir dos vidas al mismo tiempo. Lo misterioso del asunto fue que al despertar del primer día, aún con los malestares del exceso de alcohol en el cuerpo se dio cuenta que el hombre ya no estaba, pensó que sólo había sido un mal sueño, pero no era así, al voltear hacía un lado encontró el sombrero y el bastón que aquel ser usaba al momento de conocerlo, los había dejado en la cama, era como un recuerdo, y cada mañana, amanecían siempre en el mismo lugar.
Yo seguía en silencio, trataba de mirar a los ojos de mi compañero, mi razonamiento discernía entre creer o no creer, pensaba que la historia no pasaría más allá de un simple relato digno de ser contado en alguna reunión, pero algo en el fondo me decía que esperara hasta oírla completa, le di un pequeño sorbo a mi bebida y me dispuse a escuchar el relato de nuevo –Adelante– le dije reacomodándome en la silla.
–Llegué por fin al parque –Me dijo mi amigo–. Había muchas bancas, algunas de madera otras de hierro, dispuestas alrededor del árbol y un poco más alejadas en las orillas del camino formando dos círculos, uno dentro del otro, en las bancas había mucha gente que me miraba y hablaban entre ellos, el árbol era muy grande y tenía frutos, diferentes frutos. Recuerdo que la gente me miraba despectivamente y hablaba de mi forma de vivir, de parranda en parranda, malgastando mi dinero en cosas triviales, algunos decían que era un vago sin oficio ni beneficio y así seguían en un ritmo vertiginoso pero, ¿qué les importaba?, la gente crítica aquello que no conoce y así es feliz. El ruido de sus voces se elevaba cada vez más hasta que se hizo un fuerte rumor inentendible.
Comencé a confundir ese sonido con el canto ya conocido de las cigarras que no me dejaba dormir varias noches antes. Después guardaban silencio como descansando para luego retomar las fuertes críticas en un oleaje interminable de murmullos. Comencé a caminar por el jardín, cuando así lo hice las gentes comenzaron a marcharse horrorizadas por mi presencia hasta que todo quedó desierto y la paz que tanto deseaba vino a mi encuentro. En aquel momento sentí la soledad y ésta entró en mi corazón y en mi entendimiento, como si fuera el mismo aire que me trajera todo aquello, sentí hambre, un hambre extraña que no puedo precisar ya cada momento se hacía más y más intensa, como un dolor que crece y crece sordamente hasta matarte.
Y entonces pasó, el viento cesó de repente, el silencio se hizo más agudo, los olores de las frutas desaparecieron y mi hambre seguía en aumento, tanto que no me di cuenta cuando la mujer llegó. Solo la vi y era realmente hermosa, la más hermosa mujer que haya visto jamás, sus pies pequeños calzados por unas sandalias ligeras, blancas margaritas que hacían sus pies y todo esto hacía contraste con su piel canela, el vuelo del vestido le llegaba hasta las rodillas y se mecía a su voluntad mientras caminaba, rojo como la sangre, hacía resaltar el color de su piel en la cara y en sus pechos, no sé, había algo que me atraía hacía ella sin remedio, sus brazos eran como palomas al vuelo, libres como el viento y como el viento se movían a placer de su dueña, sus manos tan bien cuidadas que supuse estaban hechas para amar, su pelo parecía una cascada de noche que caía a sus espaldas, tan frágil, parecía en ese momento como las ramas de los árboles cuando las mece el viento, no sé nada más, es tan hermoso su rostro, que no existen palabras para describirlo, sólo puedo decir que en sus ojos brillaban dos estrellas que parecían lágrimas, pero su sonrisa no tenía comparación y se mostraba feliz de estar ahí, la nostalgia me cubrió entonces porque esa mujer a pesar de su felicidad irradiaba superflua, tenía una tristeza en el alma, toda ella parecía estar cubierta por reflejos de agua.
–¿Tienes hambre? –Me preguntó con una voz celestial, y mi corazón terminó estallando en aquel momento.

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