lunes, 2 de marzo de 2009

Eighties Bar (Capítulo V)

– ¿Sabes algo sobre servidores? –Comenzó a preguntar la mujer–, ¿Sobre redes LAN, WAN?, ¿sobre conmutadores?, ¿CCTV?
–Si, también tengo el noventa por ciento de inglés y conozco algo de radiofrecuencia.
–Ya veo –Dijo en un tono cada vez más molesto–, pero nosotros estamos solicitando un ingeniero en sistemas, no un ingeniero en comunicaciones y electrónica, ¿quién te informó sobre el puesto?
–Un amigo.
–Pues tu amigo te informó mal –Agregó, casi con una sonrisa de triunfo en el rostro–, no cumples con el perfil que estamos solicitando, lo que necesitamos es un Ingeniero en Informática, lo único que puedo hacer es mantener tu currículo en cartera por si llegáramos a solicitar a un “Ingeniero en comunicaciones y electrónica”, pero no creo. –Agregó, recalcándomelo en el rostro–.
Fue como si una bofetada cruzara mi rostro, sentí ganas de golpear a aquella mujer, no sé como pude contenerme, el coraje me impidió hablar y decirle unas cuantas groserías, supongo que ella notó mi enojo porque se quedó mirándome unos momentos, después de los cuales y sin poderme contener, le pregunté si ella conocía el respeto hacía el prójimo, hacía su carrera –Si es que la tenía–.
–Te voy a decir algo –Contestó tranquilamente–, en este mundo laboral, donde si no tienes amigos dentro de cualquier empresa o bien si no te mueves conociendo gente y apoyándote en ellos no creces, no tanto por tu capacidad, ni por lo que hagas o dejes de hacer, si no por las relaciones que puedas hacer y mantener.
Me quedé sorprendido, en todas las entrevistas que hasta el momento había tenido, las personas que me atendieron me trataron de una forma que inspiraba confianza y cortesía para conmigo. Mi coraje siguió en aumento, pero sentía el peligro de hacer algo incorrecto o meterme en un gran lío si llegaba a decirle algo incorrecto a esta mujer que estaba completamente equivocada de lo que una profesión es y sobre todo equivocada en la forma de tratar al personal.
–Señorita, ¿Es usted licenciada? –Le pregunté sin más–, una extraña corazonada me palpitaba en las sienes.
–¡Cómo se atreve!, –Fue lo único que dijo, el rostro se le pinto de mil colores distintos, creo que este día mi corazonada no pudo ser más acertada que antes. No dije más y me dí por bien servido con ello.
La mujer comenzó a llamar a seguridad para que me sacaran de ahí, enfrente de mi rompió mi currículo y comenzó a decirme el trabajo que le había costado llegar a ese puesto, el tiempo que había tardado en conseguirlo, que ella no estaba mendigando por un trabajo –como yo–, e infinidad de sutilezas más, pero ya nada me afectaba, la satisfacción de haber puesto el dedo en la llaga iba más allá que sus insultos.
–No se moleste, no me gustaría trabajar en esta empresa –Le dije sin más–, creo que al menos yo si tengo una carrera que me permite tener una ética para con los demás “señorita”.
Salí por la pequeña puerta de la oficina sin voltear. Creo que más allá de una carrera profesional, lo que nos permite ser triunfadores es una pequeña combinación de dos factores: los conocimientos y el trato a la gente. En esto estaba pensando cuando lo vi a usted con los problemas de la sombrilla y la demás historia ya la conoce.
–Es triste que en algunas empresas los puestos de trabajo se vendan, sobre todo en aquellas en donde hay sindicatos, también es triste que se den los puestos por amiguismo a personas sin la debida preparación o bien, que no se den a profesionales por falta de experiencia. Es un tormento el estar vagando de aquí para allá sin que te acepten en algún puesto, también es alarmante el hecho de que no te den trabajo por que sobrepasas las especificaciones que las empresas requieren o por la edad –Dijo el hombre con un nuevo tono de voz, y que me llenó de una paz interior y una calma que pocas veces había sentido–. Pero no todo es malo, no en todas las empresas son así y quizá encuentres pronto un trabajo adecuado, lo único que queda es no dejarse vencer por la situación y aunque se sienta la desesperación que produce esta época de consumismo en donde si no se vive con lujo no eres nadie, en donde lo trivial triunfa y la sociedad te dice que aunque no tengas que comer, tienes que tener carro para estar bien y sentirte bien y sobre todo demostrarle a la gente que en realidad vales. A pesar de todo eso se tiene que seguir viviendo y ya encontraras algo, ¡verás que si!
–Eso espero –Contesté con una ilusión pintada en el rostro–. Ahora le toca a usted contarme la historia de su amigo –Agregué reacomodándome en el asiento.

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6 comentarios:

maria magdalena dijo...

Es muy lindo el relato, nada mas cercano a la realidad, Pero lo que mas me gusto de él, fue la pregunta que pone en evidencia a la señorita, es como sentarse y ver pasar el cadaver de los enemigos. muy placentero ¿verdad?

Ligia dijo...

Te devuelvo la visita que hiciste a mi blog y te agradezco el comentario. Saludos

Zarela Pacheco Abarca dijo...

Somos tres en uno, al cuerpo lo del cuerpo, al espíritu lo del espíritu y a mi alma lo que es para ella. Pero fijate, como se nota cuando miras a los ojos a las personas, sale por tu pupila un pequeñito resplandor esa, es tu alma, más valiosa que cualquier cosa de esta tierra, esa siempre va a tener su lugar y no necesita de otros para ser mejor, es la mejor.
Me gustó tu relato que tiene mucho de verdad. Cariños

Eugenio dijo...

Gracias María, aunque apenas vamos a la mitad del relato, este mismo es algo especial.

Un beso

Eugenio dijo...

Ligia, Gracias por el pago, pero cuando te visité y te dejé un comentario es porque verdaderamente me gustó lo que escribes, no es poesía, sino comentarios que en realidad haces muy bien.

Yo no lo considero como un pago, sino como akgo que hiciste con gusto.

Un beso

Eugenio dijo...

Gracias amiga Zarela, pero aún no termina, creo que muchas veces el detonante para el suicidio, es quedarnos solos con nostros mismos, tan bello que es, y no nos queremos.

Un beso