jueves, 26 de febrero de 2009

Eighties Bar (Capítulo III)

–No me mires así –Me dijo el hombre a la vez que se quitaba el sombrero y lo dejaba a un lado suyo en el amplio asiento–, hay muchas cosas que no podría explicar, al mirarte algo en mi me impulso a invitarte una copa, así tendría yo con quién compartir una charla en esta tarde de lluvia.
–Pues, en realidad estaba ante una encrucijada entre retirarme o quedarme un rato más, al fin y al cabo no tengo un lugar en donde sea necesaria mi presencia y tengo por ahora todo el tiempo del mundo, así que estoy agradecido por su invitación.
–Al contrario, creo que es lo menos que podía hacer por ti, tú sabes, por lo de la sombrilla, en realidad estaba hecho un lío, casi siempre me pasa lo mismo, soy algo torpe de las manos, por lo cual se me dificulta hacer cosas tan sencillas como esta, pero casi siempre encuentro a alguien que se presta a ayudarme.
–No lo hice por buscar un agradecimiento –Contesté–, lo hice por mí, porque quizá si en algún momento estoy en una situación de apremio me gustaría que alguien me ayudara.
Guardamos silencio un momento, mientras el mesero nos pedía la orden.
–Me traes lo de siempre –dijo mi anfitrión cortésmente–, y ¿tú, que vas a pedir?
–Un tequila por favor –contesté–. Usted es muy conocido aquí ¿verdad?, debe ser un cliente habitual en este bar –continué.
El mesero se fue a surtir el pedido, afuera la lluvia continuaba cayendo a raudales y la calle sólo era transitada por los autos.
–Aparte de agradecer tu ayuda con la sombrilla –Dijo el hombre retomando la conversación–, quise invitarte una copa por que me pareció ver que estás triste y tienes un aire de desesperación en la mirada, ¿sabes?, me recordaste a un viejo amigo, por eso te invité. Él era para mí como un hermano –Al decir esto, al hombre le brillaron los ojos como si unas lágrimas le traicionaran y estuvieran a punto de escapársele–. Siempre estaba de buen humor pero una mañana, lo encontraron muerto en su cuarto, se había suicidado, su cuerpo pendía de la lámpara.
–La tristeza es algo inherente al alma –Le dije después de unos segundos de silencio, en ese momento el hombre sacó un pañuelo secándose las lágrimas que ya no podía contener–. Siento mucho lo de su amigo, a veces la vida nos juega malas pasadas con los seres que más apreciamos.
–Perdón por ponerme sentimental –Me dijo recobrando la compostura, pero sin avergonzarse de las lágrimas que habían brotado de sus ojos–, pero es reciente lo que le pasó y aún el recuerdo duele en demasía.–No tienes porque disculparte –Le dije tratando de darle confianza–. La vida es así, a veces nos trae alegrías y otras tantas, tristezas, yo pienso que nosotros mismos somos sus juguetes.


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4 comentarios:

Bibiana Poveda dijo...

... bueno, estoy siguiendo la historia, me he demorado porque, ya sabés, la situación era triste... pero ahora se está poniendo interesante...
será que uno encuentra siempre a alguien que lo ayude o para ayudar????????
un abrazo, amigo Euge!

maria magdalena dijo...

En ese toque de tristeza de la historia, afloran bonitos sentimientos como los de amistad, esta muy interesante.

Eugenio dijo...

Bibi, gracias por estar en el relato, espero que te guste como a mi, a veces me da por contarme historias a mi mismo.

Yo creo que siempre hay gente a dispuesta a ayudar, al menos en México aún hay gente que te ayuda (echa la mano decimos aquí), en situaciones apremiantes.

Un beso

Eugenio dijo...

María. es un gusto y si, esá un poco triste el relato, ya veremos en que acaba.

Un beso y gracias por estar aquí