Te amaneces,
siempre te amaneces de la misma forma
y a mí me gusta.
Me gusta contemplarte sencilla,
despeinada, con el sabor reciente del sueño
entre los ojos, sedienta, de labios sedientos
de mi boca.
Te amaneces con el sol que nos cubre,
con tu boca que despierta
al unísono de miles de unicornios
o de hadas fantásticas que te toman las sienes
y te hacen decir “te amo”.
Yo no soy nadie, apenas tus ojos que me miran
y que se tallan en los haces de luz
que invaden la recámara y bostezan
y quedan quietos, en silencio,
mar adentro de tus propios horizontes.
Te dejas caer de nuevo
en el sueño en que solitario te atrapas
y es lo único que puedo ver de ti,
sin ocultar tu frente, dormida a unos instantes de mí,
sobre mi cuerpo en tu vientre que no cesa.
Yo puedo regalarte, dejarte caer entre las manos
las sudorosas horas en que me excitas,
en que presurosa te entregas soñando, vertiendo
tu piel en mi piel, mientras duermes.
Toda una vida es esta,
no me refiero al pequeño instante en que ausente sueñas,
ni a la insistente sonrisa con la que siempre me recibes,
ni a tus ojos, ni a tu boca, ni a tus manos moldeadoras
de este arte invisible que es el amor…
Me refiero simple y llanamente
a lo que provocas en mi corazón.
Eugenio
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4 comentarios:
EUGENIO, la destinataria de ese escrito es una bendecida de Dios, es una manifestación de amor de lo mas sublime, ¿qué mas puede pedir una mujer?. muy muy bello. un beso
Realmente muy sensible tu poema, lleno de descripciones muy afectuosas a tu amada, precioso versar
Una declaración de amor convertida en poema. Precioso. Abrazos
Si que es un placer leerte, Euge.
Se desprende tanta calidez de tus letras...
Es un gustazo pasar por acá.
Te dejo mil besos hasta tus pagos.
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