lunes, 15 de marzo de 2010

La Ciudad de los Sueños... I

Capítulo I

Me había olvidado dónde lo tenía, pero apareció al fin por allá, en un rincón olvidado de la casa o mejor dicho, del diván que tiene mi abuelita en el cuarto de la azotea y en donde guarda un gran cúmulo de recuerdos llenos de polvo y de tiempo. Era un viejo mapa que, una noche en que andaba perdido en un parque –Porque cabe decir que antes solía perderme en los parques para disfrutar de una buena caminata, extraña costumbre que aún conservo–, me entregó un anciano, no sin antes prometerme que iría a visitar el lugar que indicaba dicho papel.
El mapa estaba bien trazado e indicaba el camino claramente a una ciudad que curiosamente estaba cercana al lugar en donde vivía, lo supe por algunas referencias que encontré en él y lo que si me pareció muy extraño era el nombre de la ciudad: “La Ciudad de los Sueños”.
Esto que refiero lo de la entrega del mapa me pasó cuando apenas tenía diez años y echó a volar mis sueños infantiles, pueden imaginar que pasé días y días planeando mi viaje, pero las condiciones para hacerlo no me alcanzaban y aunque no hubiera pensado irme caminando, el mapa tenía explicitas indicaciones de hacerlo así además, en aquel entonces aún estaba bajo el mando de mis padres y no me dejarían emprender una aventura como esa.
Tanto empeño tenía yo de comenzar el viaje que entre más lo deseaba menos podía hacerlo. En aquel entonces el principal impedimento para realizarlo era la edad, otro de los impedimentos que tenía era mi madre como ya lo he dicho. Con toda la inocencia del mundo le platiqué mis proyectos y como puede suponer el lector, ella se opuso rotundamente, llegué incluso a mostrarle dicho mapa, a lo que me dijo que alguien me había jugado una broma –muy pesada por cierto–, así que me lo quitó y lo escondió en un lugar que solo ella conocía y, en cierta forma me quitó el sueño de conocer esa ciudad que a mi gran imaginación en aquella época, intrigaba demasiado.
Pasó el tiempo y conforme crecía se me fue olvidando aquel incidente y el viejo mapa, al que nunca volví a ver hasta muchísimo tiempo después, cuando mi abuela me dijo un secreto que ella y mi madre tenían, allá en el cuarto donde ella guardaba todos sus recuerdos y las cosas que poco a poco se iban quedando en un pasado lejano –como solía decir ella–, había algo que mi madre me había quitado desde hacía muchísimo tiempo y que, si quería buscarlo, no habría impedimento para hacerlo. En aquel entonces estaba yo por cumplir los veinte años y me había olvidado de los sueños infantiles que me habían atormentado por mucho tiempo.
Pasaron aún dos años más después que mi abuela murió, para que recordara lo que me dijo aquella tarde y movido por la curiosidad fui a buscar y luego encontrar este viejo mapa. Cuando lo volví a ver, una sensación extraña me invadió y como por arte de magia los viejos sueños olvidados en aquellos tiempos volvieron a mí con más fuerza que antes, como si este mapa me estuviera esperando ansiosamente, como si hubiera estado llamando a mi espíritu en voz baja, hasta que éste lo escuchara y viniera a su encuentro así que, decidí encontrar esa ciudad y los sueños que ella guardaba.


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3 comentarios:

@ngelluz dijo...

Síguele...síguele mi caballerísimo encantado... que me muero de la curiosidad :P

Besitos dobles muuuuuuuuuuuuuuuuuuuak

Lluvia de enero dijo...

Mira las cosas que hago por vos... aquí estoy, vuelvo a empezar y quiero el finaaaaal... Te quiero.

Reptante dijo...

La prosa es de quien la trabaja, de quien la borra y la retrabaja. Un cúmulo de emociones, técnica y un bien saber intuír la motriz psicología tanto de los personajes que se generan como de la línea narrativa que se utiliza para generar ficción historia, y tal vez, al menos yo así lo pienso es en este sector donde esta primera entrega sale un poco golpeada, puesto que al momento de dar por supuesto que los lectores no refutarán el Accionar dejas que tus personajes tengan comportamientos demasiado previsibles y permisivos, además de caer en sentimentalismos intensos que pueden volver un poco insoportable la lectura para un ojo un poquito más crítico.