miércoles, 3 de junio de 2009

El día

No tengo ganas de escribir y escribo
una letra, una palabra, lo que sea.
El tiempo vivo que se traspasa a la cara
y de ahí al viento.
El diario que-hacer olvidado entre el café
y un poco de pan
-tan amargo-.

El amanecer llega como siempre
o casi siempre que abro los ojos,
fuerza que me atrapa y estrella entre oquedades
dispuestas a verter su fuerza en mí.
En distintas ocasiones sueño a que soy algo,
instantes que reposan
en la caricia de una mujer,
que no es mi mujer, sino de tantos otros.

Hay olas y holas de gente extraña que se olvida
y al olvido en que se quedan, a ese olvido,
yo vuelvo cada tarde que se cae a mis pies.
Hay mares que acarician piedras y las vuelven arena,
así, debería pasar miles de días sentado sin mover un músculo
y entenderme.

El día se cuelga el manto de estrellas
a la espalda, el diario caminar de un camino que no termina
que se queda entre las pupilas acariciando luces lejanas,
fantasmas de un pasado que no termina de ser
entre las rejas del sueño
y en las letras de un nombre
perdido entre las sombras de un viejo farol
rompiendo la oscuridad entre la luz del nuevo amanecer…

Eugenio

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