domingo, 7 de junio de 2009

Ella

Ella,
irrumpió desprevenida,
toda la noche se dejó caer entre mis huesos.
En mi carne, su carne floreció como la tierra,
creció en mis pasos el destino incierto
de todos los tiempos.

Se ausenta de día,
quebrada, de luz quebrada como el cristal.
Lluvia de río que persigue la sequedad
de mis horas inciertas, afinidad que se vislumbra
apenas…

Yo soy ajeno al vino de su sangre
a la interrupción diáfana que se cuelga de sus pechos,
al ancho mundo de sus caderas,
al andar extraño de sus labios,
yo soy ajeno a todo ello.

Y sin embargo,
vive en mí desde el primer instante
en que nació a mi mirada,
desde el primer día en que tocó el cielo bajo mi piel
y mi mirada miró a través de sus ojos.

Yo era feliz con ella.

Pero mi mano tocó su ausencia
mi palabra no se explica lo que sale de mi boca
y entra cada noche al sueño aciago
entera, solícita, cubierta -como yo-, de sombras.
A veces despierto de madrugada
solo, sin nadie, solo…
sin esa interrupción que siempre me acompaña
en el sueño.

¿Por qué te sigo amando?

Eugenio


Copyright © Eugenio.– Todos los derechos reservados

3 comentarios:

Bibiana Poveda dijo...

Yo soy ajeno al vino de su sangre
a la interrupción diáfana que se cuelga de sus pechos,

Euge, qué poemazo. Duele, y al mismo tiempo, la belleza de las imágenes.
Un abrazo, mi amigo Poeta!

maria magdalena dijo...

¿...por que te sigo amando...? Eugenio que hermoso, la sigues amando por que fluye en tus venas, por que la respiras, por que es tuya hasta los huesos. muy bello, un placer leerte. un beso.

Zarela Pacheco Abarca dijo...

Las "Ellas", son únicas, hermoso poema